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Trastos & Letras

Nacho

INTENSIDAD

Las vacaciones de verano tenían esa parte oscura, tristona, la nostalgia con que el día de marchar lanzabas una última mirada al mar. Querrías no hacerlo porque el corazón se encogía como una esponja cuando la escurrres, pero era imposible. Ese instante resumía todos los días de actividad al sol y las largas horas nadando en el mar, también las noches de música, alcohol y compañía. El verano era para ella la suma expresión del deleite. Llenaba todos sus instintos y los vaciaba después. Nada había comparable al verano en el mar.

De vuelta a Madrid un manto caía sobre el pasado y la vida, el trabajo y la compañía de sus amigos ponían nueva tramoya a su paisaje, aunque nueva, nueva, no lo era tanto porque los componentes eran practicamente los mismos, sólo cambiaba el tiempo en los que se movían. La vida en la ciudad le entusiasmaba y su trabajo y las relaciones que le reportaba. Era genial.

Y llegaba el día que empezaba de nuevo las vacaciones. Con el mismo ritual, antes de coger el coche para marchar, volvía la vista y pensaba las cosas hermosas que dejaba atrás, los largos días de actividad creativa, labor que le entusiasmaba. Las noches de calor y susurros y todo ese tiempo que era para ella un deleite. Cerraba la puerta y sólo miraba hacia adelante. Ya tendría tiempo de contar a sus amigas todas las cosas interesantes que le estaban pasando. Porque si no pudiera contarlas su valor menguaría a la mitad.

Ella era de esa condición.

gotas de vivir

Los días se le hacían interminables. Más bien los días y las noches. Todo era un continuo, sin líneas de color que lo separara, sin ruido ni silencio, en un absurdo vacío rasgado de oscuridad. En realidad nada de esto lo supo hasta después, por entonces era insensible, no era nada, y sin embargo era consciente. Tuvo que ser la lluvia, el agua mágica, la que obró la metamorfosis. El capullo se abrió y explotó en colores y aromas que impregnaron de luz la luz y de música al sonido dando volumen a su vida. Luego pasó, pero la vida en aquellos instantes le compró la eternidad, esa que está esperando para escalar por tu talle en cuanto otra nube venga para mojarte. Por favor, no traigas paraguas.

Sol y huellas

Los momentos especiales nos sobrevuelan de por vida.
Las instantáneas del verano para mí se fijan siempre en una playa. Al clarear, cuando el sol, inmenso, emerje del mar tendiendo su pelambrera naranja hasta la orilla, pasear. Reconocer los límites entre líquido, sólido y los pensamientos que evocan tiempos de alegría, de descubrimiento sobre las mismas huellas. También de adioses por los cuales el sonido de mis pasos no tiene ya el eco de aquellos otros que compartían conmigo la magia del renacimiento todas las mañanas.

Tormenta de cada verano

Cuántas veces terminé el verano en aquel bar, donde el calor era un tiempo en retirada y los deseos volvían al campo de la frustración. Era el lugar perfecto para rebobinar: autocompasión y desespero servidos con poco hielo. Un verano más mi juventud había soltado amarras en un mar sin calado para navegar. El sueño del "amor de verano" quedaba pendiente en la agenda y mi crecimiento personal llevaba camino de convertirse en un enano sin esperanza. Ese año fue Marga, una chica de Barcelona que vivía en mi calle. Era una joven espigada y desenvuelta, que aún no había madurado lo que debía por su edad. Me atraía su ingenuidad y la falta de complejos con que me respondía. Quedé atrapado en las sedas de su adolescencia aún por modelar. No importaban los juegos que le interesaran, de niñas con otras niñas, me plegaba a su cercanía y era el incansable admirador de su luz. Me mostraba paciente, no quería agredir sus costumbres infantiles. Organicé mi cerco con respeto, sin violentar, dándole tiempo. Si alguna vez me creí un Napoleón de la estrategia debí fijarme en Waterloo porque, adiós, ella se fue. Sin más se fue. Otro año más compuesto y sin novia.

El cielo se fue cerrando y yo, desde las cristaleras del bar, con las nubes plomizas como telón de fondo, di por finalizado el verano. No tardó en verse un rayo vertical, como un látigo en mi pensamiento. Después explotó el trueno y la luz vaciló por un instante. Salí del bar justo cuando empezaban a caer las primeras gotas. Me dejé empapar por el agua, tan limpia, tan necesaria para lavar los recuerdos y permitirme volver al año siguiente con la esperanza intacta de encontrar ese primer amor idealizado.

luna llena

 

Nunca la olvidó. Era su vieja casa en el borde del arrecife. Se la quedó
en la caja de música de las olas en la rompiente y en todos los aromas a
mar, a tierra tras la tormenta, a rocas sobre la tempestad y sobre todo en
la luna llena a través del gran balcón del salón. Mantenía la memoria
impegnada de esos momentos en los que bailaba con ella a la luz de la
luna. El suelo encerado, brillante, como una pista de hielo para deslizar.
La asía por la cintura y la levedad de su cuerpo casi la hacía flotar al
girar y girar al son de su vals. Fueron horas y horas, todo un tiempo que
se detuvo tras la rapida muerte de su bailarina, a la que siguió al poco
la suya.
Cómo abandonarla, su vieja casa al borde del arrecife. La luna llena se
encargaba de revivir su presencia en el salón de baile.
Nunca la dejó. Su tren de madrugada no consiguió trazar la frontera entre
siempre o jamás.

Bolas nuevas para el tercer set

Las tenía todas juntitas en un fajo. Rectangulares y de colores vivos,
eran las postales de su viaje, el que más recordaba. Una a una conformaban
el relato de un estado de ánimo en conflicto entre el Este y el Oeste, la
civilización cristiana y la musulmana, el mar y la tierra, la historia y
el caos. No era la primera vez que las cogía, ya lo hizo cuando Ángela
decidió su rumbo espiritual a la India. Ahora era Raúl el que marchaba a
Siria por su trabajo. Tenía que leer varias veces el entusiamo que le
supuso el encuentro de la fascinación oriental. Se deletreaba en cada
palabra y se conjugaba en todas la frases. Gran embeloso, fervor por lo
nuevo que su madre no entendía nada, nada ni leyendo sus apologías. Por
eso estaba con esas postales en el regazo para no ser víctima del mismo
miedo y la misma reacción ante el adiós o el hasta luego.

LAS ESTRELLAS DEL LAGO

Se abrió un saquito de tela y se vertieron todas las estrellas. Eso dijo el jefe. Lo cierto es que nadie había visto nada tan hermoso en su vida. Pasaron días mirándolas y comentando la maravilla de tenerlas. Se sentían tan agraciados que el tiempo pasaba y no se cansaban de verlas. La superficie de aquel gran lado se había llenado de puntitos titilantes, de una blancura purísima.
Fue para ellos la experiencia más sublime de su vida. Claro está que si no hubieran sido la tribu de los cabeza caída se hubieran percatado antes de que esos puntitos luminosos tan bellos no flotaban en las aguas del lago, sino que habían estado desde siempre en el firmamento.

sueños de una tarde en el salinar

Soplaba un leve vientecillo que no disimulaba el intenso calor de un
torrido día de verano. Los cuerpos se sumergían defendiendo su piel. En un
campo sin horizonte las cabezas parecían sandías maduras con ojos de aquí
para allá. Estaban a salvo. Sólo tenían que esperar unas horas y volverían
a disfrutar de la normalidad. El sol aguantaba su pulso, no quería
desaparecer sin cobrarse su tributo. Un coche y una cortina de polvo
rompieron el perfil plano del paisaje. Entraron en el campo de visión como
si el zoom de la pantalla de ordenador fuera fugando escalas. No tardaron
en parar. Se abrieron dos puertas a las que siguieron dos cuerpos. Se
plantaron y miraron alrededor desconcertados. Era el momento esperado por
el sol. Con un par de rayos directos los fulminó sin remedio.
Hay que ver estos guiris que poco saben del Somontano, se dijeron. Y
salieron de las salinas, blancos pero sanos, salvos y más sabios.

RUSIENTE

Es verano. Todo se ha vuelto del color del calor. Los días son largos,
tanto como la sombra de la sinrazón de pasarlos. Hay demasiada ropa en el
armario, vivimos desnudos y yo espero los días en que camine sin más peso
que el de haber olvidado el caminar. Ausencia de tacto en la piel de la
amiga, que sólo es recuerdo en el cuévano de una mirada. Hace mucho calor.
Deliro.

no me des la espalda, cariño

Era un adiós. La puerta se fue cerrando muy lentamente y el chirrido se
alargó igual que la duda de María. No había luz en la habitación, tampoco
quedaba nadie más. Su única compañía se iba. Tendría que sobrellevar su
ceguera como fuera posible. No veía, pero su intuición le decía que los
dos cartuchos de su escopeta le habían acertado.

No se quedaría tan sola, al fin y al cabo, el cadaver en la puerta le
acompañaría sin luz ni sonido. Como a ella le gustaba.

Incomunicación

Y gritaba y gritaba, pero nadie debía oirle. Eran muchos kilos de escombros los que taponaban su paso y sus gritos de socorro. Ya habían pasado las horas y se serenó, buscó acomodo en aquel milagroso hueco debajo de la escalera, que por suerte no se había desmoronado. Su situación era angustiosa, pero lejos de caer en el desespero o el conformismo seguía pensando alguna fórmula para escapar de esa carcel de cascotes.
Pensó en sus compañeros de trabajo que abandonaron el edificio con tiempo y ahora estarían afuera empezando a olvidarse de él. Se acordaba de su familia, desde luego, pero no le preocupaba mucho, hacía tiempo que todos se organizaban de una manera autónoma, no sería un drama para ellos.
Miraba la enruena, que desafiante se había plantado a un metro del fondo de ese hueco donde subsistir, miraba a través de sus recovecos por encontrar un camino de luz que le manifestara que la vida podía atravesar esa mole de materiales de derribo.
Y la linterna? Solía llevar un llavero con una linterna. Era su amuleto, recuerdo de aquel viaje a Australia. Se revolvía con dificultad en el escaso espacio disponible intentando llegar hasta el fondo de sus bolsillos y al fin palpó algo. Su movil. No lo había dejado en la mesa de trabajo como era su costumbre, estaba ahí esperándolo. Lo sacó casi con violencia y lo encendió.
Bip-bip. Aviso de mensaje. Vaya casualidad. Es de Min:
-No hagas caso del derrumbe ha sido un montaje de broma. Empuja la primera capa de ladrillos y verás que todo cede. Ah! el teléfono de Borja es 97453490. No dejes de llamarle porque estás a punto de quedarte fuera del grupo. Eso significa el derrumbe. Un besico
- Borja, ha habido un desastre, se ha venido abajo el edificio de la oficina y estoy herido debajo de la escalera del segundo piso. Me sangra una pierna y no sé cuanto podré aguantar. Llama a los bomberos y no dejéis de empezar la clase por mí. Puedo morir, pero lo importante es que no perdáis la sesión aunque esté en peligro de sucumbir.
Se levantó, apartó la primera capa pesada de material y llegó a la de decorado que salió con facilidad. Bajó a la morgue y sacó un cadaver con un ligero parecido a él. Lo colocó en el hueco donde había estado confinado y rehizo el montón de escombros.
Salió por la puerta y tiró el movil a una papelera.
El polvo de sus pasos no se lo llevó nadie, pero tampoco les sirvió de pista.

Orgullo

¡No pases esa raya del suelo! Es el límite que generación tras
generación nos han ordenado respetar. Yo la miraba y sólo veía una línea blanca,
algo desleida por el tiempo, y en vez de fijar la vista en el suelo, la
levantaba y miraba más allá. Era inevitable para una mujer curiosa como
yo, llegó el día en que decidí ir al otro lado de ese límite. Con
naturalidad lo traspasé y seguí de frente. Nada ocurrió. No vi caerse
el cielo sobre mí, ni hundirse el suelo bajo mis pies. Todo fue muy
normal. Tras unos días de camino llegué a un claro donde se perfilaba la
silueta de una casita. Allí me dirigí, llamé, entré y me quedé. Desde
entonces vivo con mi compañera una historia de ternura, complicidad,
felicidad, impensable en mi tierra. Tenía que entrar en territorio
prohibido porque lo prohibido estaba hecho para mí.

Torera

Mi armario me produce escalofríos. No soy capaz de abrirlo. Hace años que se llenó de hojas de calendario que no quiero despertar.
Yo tenía un armario antiguo en mi habitación. De esos de los abuelos, inmenso, macizo, de roble. En aquella época cabía toda mi ropa, así que era muy cómodo abrirlo y arreglarme en un plis-plas delante de él. Sobre todo porque su espejo de arriba abajo me guiñaba cómplice conforme le posaba. Ésta foto es de aquella época. Presumida, pero informal. ¡Cómo me acuerdo del jersey de rayas azules, con ese cuello medio vuelto! De triunfar.
Muchos años tuve esa mirada pícara ante el armario, que fue llenándose cada vez más y más de ropa, aunque nunca se hubiera llenado del todo.
En esos años tan hermosos, como imposibles para guardar una relación más allá de dos citas, cualquier ropa que mi espejo aprobaba acababa atrayendo. Atracción fatal porque tras las dos citas era defenestrado sin remedio.
No fue la ropa sino los cadáveres de las relaciones rotas lo que hizo inservible el armario. 
Me quedo con la imagen de la foto y me olvido del armario y su almario.

Todo está en los libros

La radio sonaba de fondo con el retintín monocorde de lo que no se
atiende. Ella, sentada en el sofá, trataba de concentrarse en la
lectura. De repente, un estruendo hizo que el tiempo se paralizara. El
televisor parecía haber explotado y donde estaba la pantalla algo
parecido a una galaxia en rotación era el telón de un fondo insospechable.
Dejó el libro en la mesita y se acercó al aparato. Hizo amago de meter
un brazo y sin capacidad de oposición se vio succionada al interior.
Tenía una visión aérea de las cosas. Volaba sobre paisajes que le
resultaban vagamente conocidos, pero era lo de menos, la sensación era
tan placentera que se dejaba llevar como un globo por la corriente.
Ciudades, rios con sus puentes, grandes extensiones de tierra,
preciosas estampas de montañas y desiertos.
Clonk! El golpe en la cabeza la despertó sobresaltada. Se incorporó
medio dormida aún y cerró el libro de las mejores fotografías de
National Geografic. Al levantarse vio la televisión, la pantalla con
nieve, sólo ruido y sin imagen. Algo más despejada empezó a recordar.
Ahora lo tenía todo más fresco. Dio dos pasos y se puso frente al
televisor. Alargó el brazo y......
El libro quedó en el sofá para hacer discurrir a los teóricos de la
realidad, esa que ella ya había superado.

Andando por corredores en tinieblas

Andando por corredores en tinieblas

Querida MªJosé,

Me siento muy frustrado porque desde mis operaciones he podido hacer poco acto de presencia en el Taller. Sin embargo hace unas semanas intenté saber cómo iba y cuando habría sesión y fue épico. Te llamé, pero tu número de móvil resultó ser de otra persona y me quedé con dos palmos de narices. Llamé a Gabi y a Tere, pero no habían ido últimamente por ahí. Tere ha dado a luz y estaba también out. De Virginia ni te cuento porque la han debido abducir en el trabajo, imposible saber de ella. Como no tengo el movil de Borja, me quedé anclado en casa.

Supongo que alguien será capaz de localizar a Borja y quedar en un sitio para hablar de ayer y de mañana.

En fin MªJo, mi teléfono de casa es 974313659, seguro que me pillas porque me paso el día anclado. Si llamas ya hablaremos sobre qué estrategia poder seguir.

Todo se ha quemado en la hoguera?

bajo el magnolio

Nunca se atrevió a frivolizar con la muerte, pero le habían fijado una cita. Ahora, bajo tierra no era facil pensar, aprisionado entre tierra húmeda y las raices del magnolio del jardín. Quería recapitular los espacios que le faltaban de esta historia. Lo último que recordaba era una cena tranquila con Rose en el salón. Nada especial, el silencio monótono de todos los días, cuatro comentarios, por empezar una conversación, y la voz cortante de ella dándoles fin una y otra vez. No llegaba ni a recordar si había terminado la cena y se había posado en su butaca orejera, como cada noche para fumar y leer antes de la hora de dormir.
Lo que tenía era un fuerte dolor de cabeza, que no sabía como aliviar dada su situación.
En eso estaba cuando sonó su movil. Sonó y sonó, él impotente, y al terminar su melodía fue cuando estuvo realmente muerto.

Amor eterno

Venía de muy lejos, pero su tono no había perdido la fuerza del momento en que lo gritó. Había atravesado océanos, superado cumbres y vencido la sordina de la arena del desierto.
Desde allí gritó "Te quiero" y esa voz dio la vuelta al mundo hasta encontrar su destino. Ahí, en esa pared delante de la que cada mañana, cuando el cierzo se despereza, pasa él. Hoy se para y como cada 5 de noviembre le manda un beso. El te quiero y el beso que se intercambiaron en el asfalto cuando ya nada se pudo hacer.

SILENCIAR

 

La lengua cayó verticalmente al suelo, que enseguida quedó ensangrentado. Enmudeció traumáticamente. La hemorragia casi le cuesta la vida.

Vivir el silencio ya no era un pensamiento, un deseo interminable, era ella. Se había sometido a esa castración voluntariamente, harta de no encontrar el silencio. Lo halló. Su boca era incapaz de emitir sonidos inteligibles. Y eso era el problema ahora. La voz censurada hacia afuera se había acrecentado hacia adentro y no paraba de hablar. El cráneo se volvió caverna y el eco en algo insufrible. La locura jugueteaba con sus días cercando la resistencia del candado que la guardaba.

Por suerte no hay nada irreversible. Recuperó el habla y perdió la noción de las causas de su arrebato. Mejor pasar página. Ni un genio como Van Gogh sacó provecho de su mutilación.

Deja, deja, si quieres que no te impongan el silencio no sigas el ejemplo, que nadie merece que tú no seas tan individual e increible, una pieza única sin necesidad de darle cuerda para marcar las horas.

 

ENSAYO SIN PALMADA EN EL CULO (NONATO)

POR LA IGUALDAD

El mundo rural de Aragón debe echar el candado. Hace tiempo que se acabó la situación en la que los pueblos tenían vida, tenían sentido. Entonces la economía de subsistencia permitía tener familias extensas con muchas manos para trabajar en el campo y con el ganado. No se ingresaba mucho, pero se administraba bien y el sistema funcionaba. Los pueblos, hasta los más alejados en la montaña, estaban bien poblados y permitían su mantenimiento, el de las enormes casas de piedra y de los servicios comunes.

En la dictadura, el desarrollismo agrietó la estructura milenaria de los pueblos, no sólo los pirenaicos y de las sierras exteriores, sino otros de carácter modesto en los somontanos y el llano, como Monegros. Los llamados “polos de desarrollo” fueron más bien imanes para inmigrantes que desde las tierras del interior, de las zonas de montaña y de la rala agricultura de antaño, dejaron masivamente sus pueblos de nacimiento y asestaron una herida mortal a su futuro.

Muchos pueblos fueron abandonados en masa y al poco quedaron despoblados, otros han ido agonizando año a año haciéndose así más inviables.

 

Estamos en la era de la globalización, la que hace el globo más cercano y la que hace que el mundo gire a dos velocidades. La velocidad que sí funciona es la de las ciudades donde están todos los recursos a mano. La innovación, la investigación, la cultura y la sanidad están al alcance porque hay una población que las sustenta. La otra velocidad la lleva el mundo rural donde cada vez hay peores servicios públicos, los jóvenes no quieren vivir y las mujeres no tienen trabajo.

Si todavía hay población dispuesta a seguir en los pequeños pueblos del mundo no urbano es debido al gran esfuerzo público para subvencionar su subsistencia. Desde la PAC a los programas de desarrollo rural europeos, tipo LEADER, a los recursos sin fin de las Comunidades Autónomas, todo son puntales para un edificio que ya no se sustenta.

 

Tal vez deberíamos dejar que ese vetusto e ineficiente edificio rural se desrrumbe y construyamos una sociedad urbana más centrada y capaz de responder con eficacia a todas las demandas individuales y sociales a las que cada vez nos enfrentamos a mayor velocidad. No más discriminación, el mundo rural desaparecido todos estaríamos en el mismo mundo urbano, todos por igual.

TALLER DE DESGUACE

Espero que todos l@s chic@staller abran el blog ipso facto y lean este anuncio que corta como un sable. Gracias por el aviso Mª José, aunque visto lo visto sólo lo iba a leer yo. Se continuará en próximas semanas, pero no para mí ya que si el martes me operan, el sábado no me veo escribiendo ni asistiendo.

Todo indica que este taller da sus bocanadas, se acerca el fin de curso. No sé si llegaré a incorporarme a tiempo, pero lanzo un mensaje para antes de su final. Una sesión de evaluación y repensamiento de la actividad para proximas ediciones, si cabe. Hay un esfuerzo de cada uno por hacer y debemos saber hasta que punto estamos dispuestos y comprometidos con la causa.

Salud y alegría