SILENCIAR
La lengua cayó verticalmente al suelo, que enseguida quedó ensangrentado. Enmudeció traumáticamente. La hemorragia casi le cuesta la vida.
Vivir el silencio ya no era un pensamiento, un deseo interminable, era ella. Se había sometido a esa castración voluntariamente, harta de no encontrar el silencio. Lo halló. Su boca era incapaz de emitir sonidos inteligibles. Y eso era el problema ahora. La voz censurada hacia afuera se había acrecentado hacia adentro y no paraba de hablar. El cráneo se volvió caverna y el eco en algo insufrible. La locura jugueteaba con sus días cercando la resistencia del candado que la guardaba.
Por suerte no hay nada irreversible. Recuperó el habla y perdió la noción de las causas de su arrebato. Mejor pasar página. Ni un genio como Van Gogh sacó provecho de su mutilación.
Deja, deja, si quieres que no te impongan el silencio no sigas el ejemplo, que nadie merece que tú no seas tan individual e increible, una pieza única sin necesidad de darle cuerda para marcar las horas.
0 comentarios