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Trastos & Letras

Mª Jose

Navidad

El dolor se ha hecho tan grande, que ningún nacimiento puede paliarlo. El alcohol mi único amigo fiel.  Las ausencias llenan de incertidumbre mi copa. Tenemos que brindar, y no se me ocurre nada por lo que hacerlo. Segundos se hacen horas, y sueños incrustaciones en la piel. Las palabras no salen, todos esperan,  En el ambiente se palpa la impaciencia, en el hueco donde un día albergué un corazón un fuego renace pero no logra cauterizar las heridas; las miradas, los oídos, todos pendientes de mi boca. De repente: "brindo por que se estalle mi copa, y nunca más vuelva a beber".

Secretos de familia, 1ª parte.

El día de mi cumpleaños.

 

“Si hubiese sido más mayor hubiese pedido como deseo de cumpleaños, no cumplir 3 años”.

La redacción sobre los cumpleaños y la familia de Irene quedó completamente acabada con esta frase.

Nunca conocí a su mamá, desde que empezó el colegio, hará ahora unos cuatro años, nunca habló de su madre.

En el pueblo tampoco se hacían comentarios acerca de su familia.

En el año 2002 entré como profesora, con plaza fija, el mismo año en que Irene ingresó en la escuela, ella tenía casi 4 años.

A la puerta del colegio la acercaba una señora mayor que siempre supuse era su abuela, la trataba bien, le daba un beso y le metía el almuerzo en el bolsillo de la bata. Cuando se fue haciendo más mayor le abría la cremallera de uno de los compartimentos de la cartera y le señalaba el bocadillo.

Irene siempre me llamó la atención, era infinitamente más madura que las niñas de su clase, y aunque jugaba con ellas como cualquier niña de su edad, a la hora de dar una opinión en la clase o discutir cualquier tema demostraba un discernimiento digno de más de un adulto.

No se permitía caprichos de índole alguna, es más, a veces recriminaba a sus amigas diciéndoles que si no eran conscientes del sacrificio que imponían continuamente a sus padres.

 

Al día siguiente pregunté a Irene por el significado de aquella frase. No me quiso contestar, bajó su mirada, y pareció sumirse en un recuerdo doloroso aletargado durante mucho tiempo. Sentí como si una sima gigantesca nos hubiese separado de repente.

Normalmente era una niña abierta, poco cariñosa, despierta, inteligente, que siempre razonaba sus actos y respuestas. Ese día no quiso.

Decidí preguntarle a la directora por si ella sabía que había pasado. También se negó a darme explicaciones y meneando la cabeza de un lado a otro me dijo: No preguntes por lo que no debes interesarte.

Me quedé atónita. Una cosa es que Irene guardará su secreto  y otra es que nadie quisiese revelarme el problema.

 

Aproveché en los días siguientes a averiguar por todos los medios que es lo que había pasado en el tercer cumpleaños de Irene. Todo el pueblo me volvía la espalda. Todos lo sabían pero existía un acuerdo tácito entre todos para que no saliese ni una sola palabra del tema.

 

La Navidad estaba próxima, Irene cumplía los años el día veinticinco de diciembre. En la puerta del colegio apareció un hombre de unos treinta y cinco años. No lo había visto nunca, pero me llamó la atención, primero por lo atractivo y segundo por que todos le rehuían la mirada.

 

Yo estaba encargada de la puerta. Cuando sonó la sirena de las cinco de la tarde, los niños salieron en desbandada en busca de sus padres. Aquella misma tarde empezabamos las vacaciones.

Perdón… ¿busca a alguien? le dije acercándome a él tras la reja

Busco a Irene. Mi hija.

Lo soltó tan bruscamente que me quedé helada. La verdad es que si te fijabas había algo de parecido en las facciones de ambos, pero en todos los años que llevaba en el pueblo, ni lo había visto ni siquiera sabía que tuviese un padre.

Irene estaba quieta apoyada en uno de los pilares del porche, su mirada iba y venía desde su padre a mí, pero no movía un dedo.

Ella… ¿lo sabe? le pregunté señalando a Irene.

No me conoce. Nunca me ha visto. Pero está avisada. ¿Ella es Irene? dijo levantando la mirada hacía la niña.

Sí, pero…

¿Qué problema hay?

No sé. Es extraño. Son padre e hija y no se conocen. Y yo no sé si lo que me dice usted es verdad o no. Creo que llevaré a Irene con la directora del centro y que ella decida lo que ha de hacerse. Espere un momento aquí por favor.

Cogí a Irene de la mano y la llevé escaleras arriba hasta el despacho de Doña Ana.

¿Elisa, qué pasa? ¿Hay algún problema con Irene?

No, con Irene no, ahí abajo hay un señor que dice ser el padre y yo no me fio de dejarle a Irene sin estar segura. Es una niña muy pequeña, y no quiero que le pase nada. Su abuela no ha venido, él dice que…

Elisa, dile a ese señor que suba, por favor y cuando lo hagas puedes irte a casa. De este asunto me encargo yo.

 

 

Así que has decidido volver, por fin.

Es mi hijarespondió en tono seco.

Ya lo sé, todo este tiempo también ha sido tu hija…

No es asunto tuyo le atajó duramente.

Ya lo creo que sí. Por lo visto no te acuerdas de quien soy, ¿verdad?

El hombre empezó a ponerse nervioso, tamborileando cada vez más fuerte con los dedos en la mesa. Tuve la sensación de que de un momento a otro la discusión pasaría a mayores.

Dejé la puerta entornada al irme, tenía la firme intención de hacer caso a Doña Ana, pero algo en las miradas que se cruzaron me dijo que era mejor esperar y vigilar. Me aposté detrás de la puerta y por la pequeña rendija no alcanzaba a ver casi nada pero escuchaba todo perfectamente.

No voy a permitir que te la lleves.

No puedes hacer nada para impedírmelo. Legalmente soy su progenitor…

Pero legalmente yo soy su tutora, tengo su custodia a mi cargo y mientras yo no dé mi consentimiento tú no puedes llevártela. Además que le has dicho a Adela para que no venga a buscarla. Ella es puntual siempre. Y… se volvió hacía la niña ¿Por qué no has subido inmediatamente a decirme que Adela no había llegado?

No vi la cara de Irene, pero por su silencio creí adivinar su rostro, mirando hacía el suelo, metido otra vez como cuando le pregunté por su redacción.

Vete Julián, no tienes nada que hacer aquí, ya no.

Volveré con una orden judicial

Eso ya lo veremos. Ahora vete.

Corrí pasillo adelante para esconderme. Cuando escuché sus pisadas ya lejanas y la puerta del porche abrirse, me encaminé hacia las escaleras vigilando que no me pillasen ellas. Antes de bajar las escaleras escuche los tonos de las teclas del teléfono al ser marcadas.

 

Irene estuvo casi dos semanas sin volver a la escuela. Le pregunté varias veces a Doña Ana por ella, pero sólo me respondía con evasivas. Decidí que todo aquello no era problema mío y que no me iba a inmiscuir más en el tema. Doña Ana me aseguró que Irene estaba bien y que no debía  preocuparme por nada.

 

 

Julián me abordó en la calle principal del pueblo, me cogió con una mano por el codo y violentamente de un tirón me introdujo en uno de los varios soportales. Asustada como estaba no pude ni chillar, pero por si acaso el se aseguró de que no lo hiciera tapándome con la mano la boca.

Señorita, no chille y no le haré nada. Necesito saber, y este pueblo es una tumba. Necesito que me diga como está mi hija y dónde.

Yo abrí tan desmesuradamente los ojos que debió asustarse y en vez de sacarme la mano de la boca como parecía su intención aún me la aferró más fuerte. Intenté zafarme de su robusto brazo, pero era imposible. Agotada le hice unas señas con las manos de que estuviese tranquilo que no iba a gritar. Tardó unos segundos en soltarme del todo.

Me arreglé el cabello y la ropa como pude y me enfrenté a él con las pocas fuerzas que me quedaban.

Por favor, dígame lo que sepa lo dijo con un tono entre suplicante e imperativo.

Yo no sé nada. He intentado varias veces indagar en el pasado de la niña, en su familia, pero no he logrado nada. Como usted bien dice este pueblo está dispuesto a llevarse ese secreto a la tumba.

El me miraba como ido, sus ojos sobresalían de las cuencas, estaba realmente desesperado, su ansiedad iba en aumento, y tuve miedo de que llegase a la enajenación mental y…

Se dio cuenta del efecto que su reacción provocó en mí e intentó tranquilizarse.

La verdad es que me resulta tan extraño todo, Irene y usted… padre e hija que no se conocen. La actitud de Doña Ana de alejarla del colegio. Esa señora, su abuela, Adela, no se la ve por ningún lado igual que a Irene, y encima usted me pide información sobre su propia hija. No sé. Es todo tan extraño.

Lo sé. Es una larga historia. Para empezar Adela no es su abuela, ni siquiera es de la familia. No sé qué hace en su casa, ni donde está su madre, me refiero a Irene. Ana está por medio de todo y lo que ella dice se cumple a rajatabla en este pueblo. Nadie es capaz de enfrentársele. Pero yo lo voy a hacer, ya no me importa nada, después de lo que he pasado, ya nada me importa. Sólo recuperar a mi hija.

Pero ¿se ha planteado si Irene quiere irse con usted?

Llámeme Julián por favor.

Julián, perdóneme, pero aunque yo no sepa nada de nada, pienso que esto es una tremenda injusticia para Irene. Ella no conoce otra clase de vida. O…

O ¿qué? me atajó con impaciencia.

No sé si debería contarle esto, pero…

Está bien, necesito un lugar donde esconderme mientras le cuento toda la historia, sé que es un poco brusco lo que voy a pedirle pero ¿me permitiría usted quedarme en su casa?

Llámeme Elisa, por favor pensé durante un tiempo su proposición y no sé que se me pasó por la cabeza  en ese momentoya que vamos a compartir piso, lo mínimo es que sepamos nuestros nombres.

No sabe cuanto se lo agradezco. Le prometo que no le causaré ningún problema.

Julián me dijo que me fuese a casa, que el ya sabía dónde era, que a media noche estuviese alerta, daría un par de toques suaves con la aldaba para no llamar la atención de los vecinos. Y así lo hicimos.

La novia de mi hijo 2 y 3 (este título es el de la novelita)

Esta es la continación que tengo hecha del relato, jjeej , Ainsssssssss mujer de poca fe que pensabas que la iba a dejar a mitad, jeejjeje

Ahora a ver que os parece, como va siguiendo.

Capítulo 2

5 años antes...Denver Colorado 17:00 24 agosto 2004

 

Scott Reynolds o "Gran Oso Blanco" como fue bautizado en su pueblo natal: la tribu arapaho de Wind River, paseaba con los ojos bien abiertos por uno de los suburbios de Denver, Colorado, con su cámara de fotos colgada al cuello, asiéndola a su vez por el enorme objetivo que llevaba acoplado.

 

Era un hombre endiabladamente alto, corpulento, de complexión atlética. Andaba con paso ligero, la cabeza erguida, su larga melena ondeaba al aire. Su pose era la de un rastreador olfateando algo desconocido.

 

Se paraba de repente y cabeceaba constantemente buscando el ángulo perfecto. Cuando lo tenía disparaba tres o cuatro flashes seguidos. Fotografiaba todo aquello que le llamaba la atención de forma extraña e irresistible.

 

Sin apenas darse cuenta, se plantó ante las instalaciones del High School Arapahoe.

 

Su emblema dio de lleno en sus pupilas, internándose por la intrincada red de nervios y venas de su cuerpo hasta alcanzar su corazón como una saeta envenenada; un guerrero Arapaho, en realidad un indio Pawnee.

 

En su pecho retumbaron los tambores haciéndole temblar de emoción. Las Rocosas volvieron a su memoria, sus días de niño en la reserva, las danzas y costumbres de su nación, una de tantas como albergó aquel gran continente, pero concretamente recordó las de su pueblo que se arraigó en esa cordillera tan salvaje y agreste. Sin embargo todo aquello había quedado tan lejos...

 

Su sobrina Clarisse, en poco menos de un mes, estaría allí estudiando. Vendría con su amiga Wendy. Una gran responsabilidad para él, que de hecho aceptaba de buen grado. Las quería como si fueran sus propias hijas. Ambas eran hermosísimas, y no por que lo dijera él. Su cámara las amaba con locura. El objetivo se enamoraba de ellas y las sacaba preciosas, con el alma a flor de piel: salvajes y libres.

 

El plan era perfecto, se alojarían en su casa, un modesto apartamento con dos habitaciones, cocina y baño, suficiente para los tres. Sus padres no disponían de grandes ingresos, es más, apenas si obtenían alguno.

 

Ambas familias seguían vinculadas a la reserva. Las montañas seguían siendo su fuente de vida, algo que indudablemente no daba para mantener el ritmo de vida en la gran ciudad.

 

Ya había preparado la habitación para ellas. Para aprovechar mejor el espacio, las camas estaban a un metro escaso del techo, apuntaladas con puntales de madera que llegaban hasta arriba del todo con un sistema de topes metálicos para sostener los largueros de las camas. Se accedía a ellas por una escalera vertical también del mismo material. Debajo de ellas se erguían sendos armarios y dos mesas a modo de escritorio hechas del ensamblaje de varios tablones de madera de abeto, afianzadas a su vez contra la pared para que no se moviesen. Todos los muebles fueron trabajados a mano por él al estilo arapahoe, con la intención de que pudieran estar como en sus casas.

 

El problema de la manutención era evidente, Scott no podía correr con todos los gastos así que habló con las familias de las dos y les planteó la posibilidad de que ellas trabajaran bajo su supervisión, como modelos en fines de semana y de vez en cuando, pero sin abusar, alguna tarde alterna, aunque en principio no serían todas las semanas.

 

En cuanto tuvo notificación de que finalmente accedían a las condiciones e iban para Denver las dos muchachitas, preparó y abonó el terreno laboral de ambas, presentando un book personal de cada una de ellas con las fotos que les había sacado en sus visitas a la reserva.

 

Las marcas para las que Scott trabajaba quedaron encantadas y por supuesto a la espera de que estos dos ángeles llegaran a la ciudad. Aunque tuvo que dejar bien claro que se respetaría por ambas partes la vital importancia de sus estudios.

 

Afortunadamente disponían de un cerebro tan brillante y envidiable como sus rostros y cuerpos.

 

—Serán unas periodistas fuera de serie —se dijo a sí mismo, en aquellos momentos de felicidad.

 

¿Cómo llegué a saber yo todo esto? La verdad es que Wendy nos lo había contado con todo lujo de detalles la tarde en que Johnny la presentó en casa.

 

Scott aún vivía en la ciudad, después del asesinato de Robert volvió a las montañas y poco después se suicidó. Pero Wendy lo contaba con tanta pasión, decía que Scott estaba muy orgulloso de ellas y de hasta donde habían llegado, que aquel día apenas unas horas antes de que llegaran a la ciudad estaba a punto de un colapso de puros nervios que tenía, que no perdió ni un minuto en mostrarles todas las fotos que había sacado de la High School, que cuando llegaron a la casa se quedó en el quicio de la puerta apoyado con el hombro y que cerró los ojos, esperando el dictamen sobre el diseño de la que iba a ser en los próximos 3 años su habitación.

 

No cupo en si de alegría nos decía Wendy cuando las dos se pusieron a gritar y llorar al unísono ante la emoción de ver su propio cuarto, y el gusto y el cariño que se adivinaba nada más asomarse a ella que había derrochado en su manufactura.

 

La verdad es que me hubiese gustado mucho conocer a Scott, y hablar con él, pero no pudo ser.

 

No se por qué me asaltó este recuerdo mientras conducía camino de la pensión de Julie, donde había dejado sus pertenencias, mientras duraba el funeral. Creo que Julie hubiese sido más feliz de haber podido enterrar a su hija según la tradición india, pero su marido no hubiese dejado pasar el cadáver de Clarisse por la entrada a la reserva. Se tuvo que contentar con una ceremonia civil y oculta.

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Capítulo 3

La escuela universitaria Arapahoe, tenía el honor de formar a los mejores periodistas del Estado, no en vano su revista “Arapahoe Herald” ese mismo año fue nombrado finalista del premio marcapasos, y llegó a ganar un marcapasos. Es un premio equivalente al Premio Pulitzer de las escuelas secundarias.

Clarisse y Wendy se apuntaron como voluntarias a la revista, trabajaron muy duro bajo las órdenes de Katrina Schuler, editor jefe de ese año y el próximo.

Además tuvieron la suerte de que en el Calumet, libro editado cada año por Arapahoe aparecieran sus nombres en los créditos como colaboradoras esforzadas y abnegadas.

Pero para eso tuvieron que luchar duro, pues la base del nivel de estas ediciones es la competencia feroz entre estudiantes, y para fomentarla aún más contratan exalumnos para hacérselo aún más difícil.

Pero ambas eran luchadoras, llevaban sangre guerrera de las montañas en ellas, y su pasión por las letras y la información iba más allá de unas cuantas clases en el Instituto.

La idea como siempre partió de Clarisse, de las dos fue la más lanzada, la más extrovertida, y también por que no decirlo la más guapa.

Wendy se vio arrastrada casi sin darse cuenta en la revista, y aunque no sabía que iban a hacer ellas allí siendo alumnas de primer año si ninguna experiencia, sacó de sí toda la fuerza de voluntad que tenía y trabajó denodadamente.

Los primeros días sus misiones se reducían a pasar papeles de una mesa a otra, de servir cafés, o de recoger las papeleras. Tratadas como sirvientas y sin miramientos. No les estaba permitido acercarse a los ordenadores para redactar nada de la revista bajo pena de expulsión del equipo. Cumplieron a rajatabla todas las órdenes y hacían sus  trabajos con la mirada fija en el suelo.

El resto del equipo estaba formado por unos 40 alumnos en su mayor parte de tercer y cuarto año. Los redactores jefes, la editor y el director eran todos exestudiantes menos el último que era uno de los Subdirectores del Arapahoe.

Algunos de ellos ni siquiera se dieron cuenta de su presencia, simplemente por que eran todavía niñas, sin interés sexual para ellos, otros las veían pero no les hacían ni caso, y en el último grupo estaba Steve el único que las trataba con Ariño y consideración, por otro lado estaba el bando de las chicas, pero estas tenían sus propios grupos, pero en general las toleraban bastante bien, menos Linda, la novia de Steve, que se burlaba de ellas por ser indias feas, tontas y entrometidas.

Steve y Linda eran estudiantes de 4º y 3º año respectivamente, eran una pareja muy extraña, él muy normalito y ella muy…”todolocontrario”.  Las peleas entre ellos eran continuas pero se querían.

Clarisse y Wendy procuraban estar lejos en esos momentos, pero debido a su inexperiencia en el mundo de las relaciones de pareja, a veces causaban disputas enardecidas y escenas de celos subidas de tono.

Clarisse le decía constantemente a Wendy, a escondidas o por lo menos bastante alejadas de los dos, que esos dos no acabarían bien, que Steve se merecía algo mejor que esa repipi de Linda.

Al principio Wendy le reía las salidas burlonas a su amiga pero poco después descubrió que Clarisse sentía algo más que lástima por Steve. Le aconsejó que no se metiese en medio que podría tener serios problemas y que además se jugaban el estar en la revista.

Clarisse restó importancia a las recriminaciones de Wendy y le dijo que no se preocupara que no iba a pasar nada, y que además Steve a pesar de todo sólo tenía ojos para Linda, bien a su pesar.

No obstante Clarisse no dejaba de acercarse peligrosamente a él, la excusa que siempre ponía era que Steve era el único que le dejaba ver lo que escribía y que le enseñaba en que consistía verdaderamente el oficio de periodista. Y era verdad, ambas aprendieron mucho de él, pero a mitad de año, este intercambio de aprendizajes, pues ellas le hablaban de su tribu, sus costumbres, su forma de vida, sus ancestros, sus creencias, acabaron definitivamente con la relación de más de dos años de Linda y Steve.

Esa situación hizo que fiablemente todo el equipo se fijara en ellas, pues Linda las presentó como las culpables de su ruptura. A pesar de todo, no le sirvió de nada, pues ella era admitida y soportada por ser la pareja de quien era, uno de los mejores columnistas de la revista.

Lo peor, y lo mejor para ellas, fue que se quedó vacante el puesto de Linda y eso hizo retemblar algo la estructura de la revista, estuvieron a punto de suspenderla ese mes, pero Steve dijo que esa sección bien podrían cubrirlas las chicas de primer curso. La idea no entró muy bien así de pronto.

Steve lo pensó bien y cuando volvieron a reunirse para decidir que iban a hacer , él volvió a defender su postura arguyendo que la sección de anuncios por palabras, podía ser suplida por una sección dedicada a la cultura Arapahoe, al fin y al cabo era el lema del Instituto y eran los que le daban el nombre, asimismo explicó la procedencia de ambas y aquello pareció entusiasmar a la editor jefe que vio con buenos ojos el cambio y además políticamente beneficiaba la imagen pública del Instituto teniendo a dos alumnas Arapahos en su equipo.

Así fue como entraron en el mundo del periodismo.

Una casualidad que años más tarde le costó la vida a Clarisse.

 

Éste es el principio de una historia, a ver que os parece

—Esto no podía acabar bien. Era imposible. Aún no sé como no me enteré antes, pero cuando lo hice ya era tarde. Y… ese pobre chico. ¿Qué va a ser ahora de él?

 

Las palabras fluían de esa mujer con una gran amargura, al pie de aquella cama de hospital, blanca e inmóvil, muda y sola, llena de un dolor inconmensurable.

 

Todo carecía de sentido, era como un carnaval en el que las mascaras hubiesen caído de repente. El juego había terminado y ni siquiera sabía qué papel le había tocado desempeñar en él.

 

Nunca se había preguntado por la procedencia del dinero, ni siquiera una pequeña duda se había cruzado en su mente. La profesión de modelo era así, unos días unos ingresos desmesurados y otros nada. Las marcas eran caprichosas y no siempre te llamaban para su próxima campaña o para un pase de temporada, y de repente tenías que acudir a siete trabajos casi a la vez.

 

Bien es cierto que su extrema delgadez daba que pensar, pero nunca había sido una muchacha entrada en carnes, ni siquiera rellenita, pero…

 

Aquella tarde una sombra le cruzó por la mente, de repente su cabeza repitió el nombre de su hija “Clarisse” y una imagen poderosa sin forma se hizo visible en su mente. Su cuerpo menudo estaba cubierto en sangre, desnudo, atado, y sin sentido. Una oleada de terror la recorrió primero por fuera para después infiltrarse en su subconsciente y no abandonarla hasta que recibió la llamada.

 

Una llamada esperada, pero no ansiada, una llamada que ponía todo en su lugar, que hacía encajar de una vez por todas las piezas desparramadas del puzzle.

 

Pero ya no había solución, ni remedio, sólo esperar.

 

Yo miraba su imagen tras los cristales ahumados de la sala de la UCI en la que se encontraban madre e hija.

 

Clarisse estaba totalmente ausente de la habitación, sólo su cuerpo malherido se hacía patente, pero la vida hacía horas que intentaba abandonarla.

 

Yo no podía entrar a esa habitación, ellas desconocían quien era yo. Sólo rogaba que la madre se tuviese que ir antes de que Clarisse muriese y poder entrar a verla. Pero evidentemente ya nada se podía hacer y me quedaría para siempre con esa comezón por dentro.

 

Clarisse apenas tardó unos minutos más en abandonar definitivamente nuestro mundo, mientras yo continuaba fija en la ventana y su madre totalmente ajena a mi presencia rompió a llorar sin fuerzas.

 

Aquel aciago viernes se hizo negro para aquella familia. La madre arrodillada en el tanatorio del hospital, delante del féretro de su hija, incapaz de avisar al padre del fallecimiento.

 

Él ya se había encargado de decirle que “esa” no era su hija, que su hija había muerto para él desde el momento en que aceptó esa forma de ganarse la vida. De nada sirvió que la madre le dijese que gracias a su sacrificio comían en casa y no les faltaba de nada.

 

El padre tenía una paga por minusvalía que no alcanzaba los 450€, y con eso más lo que entregaba Clarisse en casa, dio para que su hermano pequeño estudiase en la Universidad de Colorado. Tampoco este logro benefició en mucho a la familia. Robert cayó en el tenebroso mundo de las drogas y fue quemado en un viejo Chevrolet del 82. Clarisse nunca se llegó a reponer de la desgracia.

 

Julie, la madre, tuvo que enfrentarse también a la muerte de la única hija que le quedaba con vida, y a volver a vivir en soledad pues con el padre de sus hijos, ya no le quedaban nexos de unión, sentí que lo  había empezado a odiar sin saber el motivo, pero sin poder dar marcha atrás.

 

El domingo 23 de diciembre se le daba santa sepultura a Clarisse.

 

Ese domingo fue especialmente duro para Johnny y Wendy, mi hijo y su novia, ambos amigos íntimos de Clarisse.

 

Julie estuvo todo el tiempo agarrada al antebrazo de Johnny, enterrada en sus gafas negras y en el luto de su alma. Ya no lloraba, sólo suspiraba entrecortadamente y su mente estaba como ida. Probablemente se encontraba bajo los efectos de los sedantes que le fueron administrados en el hospital.

 

Wendy lloraba amargamente, sin pausa, sus lágrimas mojaban la tierra a sus pies, y estaba colgada de mi hijo. El pobre no podía moverse a riesgo de que una de las dos cayese vencida por su propio peso. Aunque las dos eran de complexión delgada, ninguna tenía fuerzas para sostenerse, y Johnny actuó como el verdadero hombre de la casa.

 

Yo seguía mi papel de mirona, como en el hospital, no podía hacer otra cosa, sólo esperar mi ocasión de intervenir y sobre todo apoyar moralmente a mi hijo en lo que me fuese posible.

 

Media hora interminable pasó al fin, y tras ella, sólo quedábamos los cuatro.

 

Ellos tres frente al montículo de tierra y lamentos y yo unos metros más atrás esperando a que quisiesen abandonar el cementerio.

 

Tardaron varios minutos aún hasta decidir dar media vuelta y seguir con la vida. Esperé pacientemente a que se acercaran y abrí la puerta de mi coche, invitándoles cortésmente a entrar. Mi hijo se puso delante, Julie y Wendy atrás.

 

Tuve el tiempo justo de agarrar a Wendy por detrás y lanzarle una mirada que la hizo temblar más que la pena por la muerte de su amiga

abre los comentarios ¡joder!!!

que eso que habrás los comentarios, ya que tenemos un blog vamos a utilizarlo , ¡coño! pero bien, como debe ser con opción a comentarios, si no yo paso de escribir aquí.

Besitossssss

¿Cómo sembrar coquinas en tu huerto?. 2

Yesalino y Pepín, hablando de sus cosas, más bien discutiendo sus ideas, se encontraron con Julián a la orilla del río, cabizbajo, con el pelo revuelto entre sus dedos que no paraban de amasar su cabello.

Oye Julián, ¿podemos hacerte una pregunta? Llevamos horas discutiendo sobre un tema y no llegamos a ninguna conclusión preguntó resuelto Yesalino

Vosotros y vuestros temas, por culpa de vuestras tonterías me encuentro yo aquí.

Oye, si no nos quieres ayudar, no lo hagas, pero ya vale de echarnos la culpa a nosotros, todavía no sabemos de lo que nos acusas.

Os lo he dicho miles de veces, pero es igual, no podéis o no queréis entenderme.

Eso no es verdad replicó Pepín enérgico. Es que dices cosas que no sabemos lo que es. Por cierto… ¿Qué haces aquí tan solo?

Estoy pensando.

¡Ah! Es verdad. Las personas utilizáis mucho esa palabreja. Nosotros, no sabemos qué es. Explícanoslo.

Pepín, no me digas que nunca habéis pensado. Seguro que lo hacéis inconscientemente sin daros cuenta. Normalmente cuando uno tiene un problema, no puede olvidarlo y siempre busca la forma de solucionarlo. Eso es pensar.

¡Ah! Nosotros no tenemos problemas, tenemos dudas, pero cada duda tiene montones de soluciones. Mira, todo lo que tenemos que hacer es imaginar, y la imaginación lo resuelve todo. No hay cosa que no logre la imaginación. contestó Yesalino, y para eso estoy yo, trabajo día y noche para mi señora Doña Ocurrencias de la Imaginación.

Sí, ahora mismo íbamos a consultarle una pequeña duda que teníamos, pero al verte a ti, hemos decidido proponértela a ti, pero ya vemos que no nos quieres ayudar.

Os propongo un trato, me contáis vuestra duda y si os la resuelvo me lleváis ante la presencia de tan solemne dama, para ver si ella es capaz de darme una idea para salir de aquí.

Esta bien, pero ya te dimos la solución, aunque tú tanto pensar lo estás arruinando todo. Te sería mucho más fácil usar la imaginación, pero allá tú repuso Pepín.

Las personas mayores maduramos las cuestiones, la imaginación es cosa de niños, que viven en un mundo tranquilo y feliz sin preocupaciones, para eso estamos los adultos para evitar en lo posible el sufrimiento de ellos.

No digas tonterías, sería la primera vez que un niño se queda dentro de un libro, su mundo es más rico y fuerte que el vuestro rezongó Yesalino. Los niños juegan con los libros, con nosotros, sus personajes, se meten  y salen de los cuentos sin ningún problema, cuando les apetece nos buscan y se divierten, cuando han de atender otras obligaciones, cierran el libro y se esfuman.

Eso es lo que estoy pensando, ¿Cómo hacer lo mismo?

Vuelve a tu niñez repuso Pepín

Eso es imposible, apenas me acuerdo de cuando lo fui. Además uno sólo es niño una vez, y esos años nunca vuelven.

No tienes remedio Julián, tú solo te estás condenando a quedarte. Ni siquiera lo intentas. ¿De qué tienes miedo?

No es miedo, simplemente es ridículo.

¿Ridi…qué?

Ridículo. ¿Tampoco sabéis que es esa palabra?

Yo no dijo Pepín.

Yo puede que haya escuchado esa palabra en mi señora, pero no sé que quiere decir. Anda pintamonas vámonos y dejemos tranquilo a Julián para que haga eso que tanto le gusta, ¿cómo era? ¡Ah sí! ¡Pensar!

¿Por qué insultas constantemente a Pepín, Yesalino?

¿Qué yo hago qué?

Todo el día le estás diciendo pintamonas

¡Claro! Por que ese es mi oficio. Esos raros animales no existen en los cuentos, y una vez un niño hace muchos pero que muchos años, un mono, yo le hice un retrato, entonces simplemente era una diversión. En cuanto se corrió la voz todo el mundo quería su propio mono en su casa. Y desde entonces me llaman pintamonas, por que me gusta más pintar monas que monos.

Pues vaya un oficio tonto repuso Julián.

Oye tú, sin faltar, que lo hago con mucho gusto, y además me gusta. Tú si que eres tonto que te has metido aquí y no sabes como irte.

Perdona, Pepín. No era mi intención herirte. ¿Me disculpas? rogó Julián.

Bueno, vale.

—¿Me contáis pues lo que os lleváis entre manos ya, o qué?

Otro día Julián, se nos ha olvidado respondieron al unísono ambos amigos, dedicándose una pícara sonrisa entre si.  

 

 

nos vemos, aunque sea bien a tu pesar

jajajjajaja

Nachete, ¿te imaginas un taller de literatura sin mí?

¡Imposible!

Además esto lo leen algunos más que yo, aunque no escriban, pero seguro que más de uno lo sabe

Ana me dijo que había hablado con Minerva y eso que seguramente había otro taller, y en ese estaré yo desde el primer día, jajajja, si no tengo que trabajar, claro está.

Últimamente esto de escribir lo tengo bastante abandonado, me da una pereza impresionante, pero vamos, con tranquilidad.

Besotesssssssss

Capítulo 1 (primera parte) Niña Lucia

CAPÍTULO 1: NIÑA LUCIA

 

Estar de nuevo en esa casa me trajo recuerdos felices e inesperados después de todo lo pasado.

 

El escritorio de mi padre, sus papeles, el olor a incienso de canela, el orden estricto en cada una de las distancias que se formaban entre las distintas herramientas que utilizaba para su trabajo, tan pulcras, tan estudiadas que parecían obedecer a un complejísimo cálculo matemático.

 

La enorme mesa de dibujo, con los planos extendidos, su regla atravesándola en toda su anchura, sujetada por la cuerdecita que le ayudaba a trazar los ángulos rectos, su cartabón y escuadra, ambos perfectamente alineados a la derecha… 

 

Mi padre siempre me reñía, no quería que jugase allí, le molestaba el solo hecho de verme de aquí para allá. Él me decía que cuando entraba a su despacho todos los planetas se desbarajustaban y perdían la cuadratura del universo. Yo no lo entendía, en realidad no lo entendí nunca. No sólo buscaba su compañía, si no que quería agradarle en todo momento, pero cuanto más me esforzaba, menos lo conseguía.

 

Cuando se sentaba en el taburete y empezaba a derramar tinta en forma de líneas rectas o curvas, yo lo observaba y me sentía en medio de un ritual casi místico; su mirada perdida más allá del horizonte del papel, recreando unas estructuras tan sólo imaginadas en su cabeza que poco a poco iban delineando siluetas y perfiles de edificios en aquel papel cebolla intocable. No me dejaba acercarme bajo castigo de quedarme sin cenar, o de quedarme sin cuento para dormir, y esto último sí que me dolía de verdad.

 

Así que mientras él transformaba sus ideas en planos milimétricos, yo abría el cajón de la derecha del escritorio, el de en medio, el de arriba permanecía siempre cerrado con llave, cogía papeles de carta y un sobre con los márgenes de colores rojo, azul y blanco, y empezaba a dibujar y a garabatear rallajos en ellos. Mi padre de vez en cuando me observaba de reojo y me preguntaba: —¿Qué haces Lucia? —, y yo siempre le respondía lo mismo —escribir una carta a mamá—, después simulaba firmar con mucha afectación pues mi padre pensaba y me hizo pensar a mí, que lo más importante y significativo de una carta era la firma. Por ella eras respetado o vilipendiado.

 

 

 

 

 

Al llegar a la casa después del entierro, una chica joven del servicio, nos acompañó a María y a mí a la habitación que habían preparado para nosotras. Era la antigua estancia de invitados donde normalmente se alojaban mis tíos cuando venían de visita, aunque lo hacían muy de vez en cuando.

 

Constaba de dos estancias en una, en la principal se encontraba una gran cama de matrimonio, con su ropero, mesillas, una mesa y dos sillas, un escritorio, un espejo antiguo encima del tocador. El ambiente quedaba algo enrarecido ante tan profusa decoración añeja. La otra estancia era de dimensiones más reducidas, se empleaba para alojar a algún bebé y en su caso para la niñera.

 

María acomodó su ligero equipaje en la pequeña cama y enseguida empezó a deshacer mis maletas y colocarlo todo en su sitio.

 

El hecho de estar en esa habitación me hizo sentir como lo que era: una visita con fecha de caducidad. No es que me molestase en exceso, pero me hubiese sentido más cómoda en mi habitación. Me imaginé que estaría totalmente cambiada, que no quisieron que me sintiese aún peor.

 

Mi cuarto era mi santuario, siempre al salir del despacho de papá me llevaba mis dibujos y las cartas para mamá. Me entretenía en dibujar los sellos, mi padre decía que los sellos los debía hacer cada uno de modo particular, y que cuanto más bonito fuese el sello, más rápido le llegaría a mamá.

 

Me pasaba días y días pintándolos y repasándolos, hasta que por fin estaban preparados para darle las cartas perfectamente selladas al cartero.

 

Éste mi miraba con una cara extraña, cogía la carta y siempre alzaba los ojos hacía la ventana de mi padre antes de meterla en el saco. Más de una vez vi a mi padre entre las cortinas asintiendo con la cabeza a su mirada. Después me sonreía con tristeza, y yo no entendía por qué. Un día le dije que no estuviese triste, por que eran cartas para mi mamá para decirle que volviese pronto, que la quería mucho y que papá la echaba mucho de menos. Él me contestó que en ese caso se daría más prisa que nunca para que mi madre la recibiese cuanto antes.

 

No pude reprimir más mis ganas y mientras María seguía con sus labores, me fui al temido despacho.

 

Abrí la puerta, no sé si con miedo o respeto. Estaba todo oscuro. Las cortinas permanecían echadas sobre los ventanales cerrados. El olor a cerrado me dejó algo perpleja, siempre había sido un sitio agradable y luminoso. Descorrí los cortinajes, abrí los dos balcones de par en par, sin mirar a nada. Cuando volví mi vista atrás…, después de tantos años pude comprobar que permanecía igual, inamovible, como si de un cuadro de mi memoria se tratara.

 

Mi instinto me llevó al cajón de costumbre, seguía habiendo sobres y papel de carta, y algunas de mis pinturas. No supe como encajar eso. Mi padre y yo habíamos perdido toda relación y él no había cambiado nada de lugar, incluso durante los años en que yo aún estaba en casa y que ya no entraba a ese lugar, podrido ya para mí, no se deshizo de mis cosas.

 

Acariciaba ese papel entre mis dedos, inspeccionaba su rugosidad, lo llevé a mi nariz y sentí ese olor a papel viejo que tienen los libros de una biblioteca cuando no se usan en mucho tiempo. Cogí un sobre, seguían teniendo esos colores en los bordes. Mis pinturas estaban intactas, pero no me atrevía a tomarlas por miedo a que se deshiciesen entre mis dedos.

 

Rebuscando aún encontré una de mis cartas a mamá. La doblé y la introduje en uno de los sobres. Por inercia estaba a punto de dibujar un sello…

 

—¿Quién está ahí? —preguntó una voz dulce y apagada.

 

Me sobresalté, no esperaba a nadie. Y esa voz… me volví hacia la puerta. La imagen que vi fue como una alucinación. No era un fantasma. La había olvidado. No pregunté por ella en el entierro. No sé por qué, supongo que creí que ya estaba muerta.

 

—¡Abuela Amelia!

 

—¿Quién eres? Acércate. ¿Cómo te llamas?

 

—Soy Lucia abuela, tu nieta. ¿Te acuerdas de mí?

 

—Lucia, ¿eres tú mi niña Lucia? —preguntó emocionada.

 

—Abuela, perdona por no haber ido a verte antes, pensé que…

 

—No te preocupes. Lo entiendo. No es normal que una madre entierre a su hijo. Pero así es la vida.

 

Me acerqué a ella y la abracé. Hacía tanto tiempo que no lo hacía que yo también me turbé.

 

—¿Qué haces niña Lucia? — me preguntó señalándome la carta que llevaba todavía en la mano.

 

—Nada, era una de mis cartas para mamá.

 

—¡Ah! Lo recuerdo como si fuese ayer mi niña. Me hacías escribir el remite de todas ellas. ¡Ay! Y total para nada…

 

—¿Cómo? ¿Por qué dices eso abuela?

 

—Señora… perdón Lucia, le llama tu marido —María me alargó el móvil— Lo tenía encima de la cama, y me he tomado la libertad de contestar.

 

—No te preocupes María. No pasa nada. Está bien.

 

—Bueno niña Lucia, voy a ordenar que preparen la comida, mientras tu atiendes a tu esposo. Ya hablamos más tarde.

 

—Sí, está bien abuela. Luego hablamos.

 

—Hello, Michael. How about you?

 

No estuvimos mucho tiempo hablando por que apenas tenía batería. Volví a la habitación para ponerlo a cargar.

 

Las palabras de mi abuela me dejaron absorta, pero decidí no darle más importancia, Mi abuela tenía casi cien años y probablemente su cabeza empezaba a fallarle. Preferí descansar un rato. Me tumbé totalmente estirada en la cama y al cabo de muy poco estaba profundamente dormida.

 

Tuve un sueño extraño y repetitivo, no veía nada, y mi abuela me decía: —niña Lucia, ¿otra carta para mamá? —.

 

Otro boceto de una nueva historia

Ahora recuerdo con nitidez aquella noche, que siendo igual a todas sus antecesoras, fue radicalmente distinta. Estaba en su casa…

 

 

 

Esa noche llovía lentamente, sin ganas… Finas gotas que parecían pedirse permiso unas a otras para caer. Yo las observaba con la mirada perdida, elucubrando razones matemáticas que me diesen la solución a lo que equivaldría, en número de ellas, mojar absolutamente una superficie de un metro cuadrado.

 

La naturaleza es sabia, demasiado para mí. Yo no tenía ni siquiera idea de los elementos a tener en cuenta en esa ecuación desvertebrada, todo era relativo; ya lo dijo Einstein, con su famosa teoría. Cabía reflexionar y atender a varias incógnitas, no sólo el diámetro de la gota, si no también factores como la naturaleza del suelo: tierra, cemento, hormigón, terrenos pedregosos o directamente pétreos, la temperatura del ambiente y la del suelo, la velocidad, demasiados principios y fundamentos para tan poca lluvia… Todo era extenuante, anodino, y yo me dejaba llevar por la desgana.

 

Se me estaba ocurriendo que todo hubiese sido más fácil si hubiese estudiado letras, pero a mi padre siempre se le antojó que las letras eran cosas de gandules, tan sólo merecían su aprobación los jueces y magistrados, a los que tachaba sin remordimiento alguno de vividores y vendidos al sistema.

 

Mi mano ya estaba cansada de sujetar aquella inútil cortina de seda, y la dejé resbalar por entre mis dedos.

 

Las gotas de lluvia seguían cayendo más lentamente aún si cabe a través del fino velo blanco, si hubiesen hablado, si hubiesen tenido el poder de comunicarse conmigo estoy segura de que habrían llegado a hipnotizarme.

 

Tanta era mi abstracción que no oí en ningún momento los pasos rápidos y respiración acelerada de María, que se dirigían estrepitosamente hacia mí.

 

Señora, señora, su padre de Ud.se paró en seco a escasos centímetros de mi espalda. Señora, ¿me está oyendo? ¿Se-ño-ra? me tanteó la espalda con mucha precaución.

 

Me sobresalté al notar el roce de su mano

 

María, ¿qué es lo que te pasa? vi su cara blanquecina llena de ojos exaltados. Vamos di lo que sea.

 

Su padre de Ud., acaban de llamar del hospital…

 

¿Y?

 

Acaba de fallecer.

 

Me volví hacía la ventana, pero ya la lluvia había desaparecido.

 

Está bien María, retírate, yo me ocupo de todo, y por favor, a partir de hoy llámame Lucia. Las cosas van a cambiar…, empezaremos por esta.

Incongruencias

Siento que si no me besas, moriré de tristeza.

 

Siento que si no me abrazas, mi carne podrida

 

quedará aplastada en cualquier acera.

 

Bésame, quiero sentir los poderes demoniacos

 

que enroscan mi alma, al pozo del deseo.

 

Déjame sentir tu piel en mis dedos, soñando lujurias

 

hilvanadas, en el volcán del sentimiento,

 

del delirio de la pasión y del soñar eterno.

 

Te ofreceré mis dones carnales

 

te regalaré el corazón de un ermitaño

 

el sueño de un loco

 

el amor de un mendigo

 

el dolor del placer,

 

el calor del hielo.

 

Déjame soñar, déjame sentir

 

el fuego de tu lengua, lamiendo mis senos

 

no me niegues la vida,

 

no me arrojes al desconsuelo

 

ámame entre tus piernas

 

cierra tu boca, abre tus manos

 

siente conmigo y olvídame luego.

 

Comienzo sin final

Estoy sentada en una playita de Cádiz, cercana al puerto de Santa María, es noche sin luna, plagada de estrellas, siento la humedad de la arena en mis piernas. Las recojo entre mis brazos, hundo mi cabeza entre las rodillas, sólo escucho el leve murmullo del oleaje, esta vez en calma, otrora envilecido y canalla.

 

Mi cabeza se pierde en pensamientos absurdos, y entre vuelta y vuelta me da por mirar las estrellas. Intento contarlas, empiezo por la última que se encuentra a mi izquierda, no he empezado a contar y ya me he perdido, vuelvo a empezar, y vuelvo a perderme.

 

Cundo llego a esa estrella, la que brilla parpadeando de forma insistente dándome reflejos irisados de todos los colores, la cuenta se acaba, se pierde y entonces me acuerdo...

 

Él me dijo que en el cielo siempre habría una estrella que me nublaría la razón y que dejaría en blanco mi cabeza, imposibilitando cualquier acción que estuviese realizando, ¿sería esa la estrella?

 

La vuelvo a mirar con insistencia, intentando hablar con ella desde lo más profundo de mi corazón, quiero comunicarme con ella, él me dijo que era posible, no encuentro la forma, y sigo intentando contar las estrellas.

 

Comienzo otra vez, pero ahora por la derecha, llevo un par de miles contadas haciendo señales en la arena, para no perderme, hasta que llego a ella, me quedo pensativa, ¿por dónde iba?

 

Miro hacia las señales de la arena, esta vez no me perderé, lograré continuar. Una ola intempestiva, llega sin anunciarse y barre todas las marcas, me siento perdida.

 

La observo con rabia, y se me imagina una sonrisa irónica en esa diminuta cara brillante, y una voz en mi interior me dice: ¿No lo sabes ya? SOMOS SOSIAS PRIMA.

 

Una sonrisa sincera se dibuja en mí, me acuerdo de él, sé que esa estrella es la que me habla, y ahora es el momento de compartir sólo con él.

 

No seguirá, esta es una historia privada.

el cursillo sigue o se acaba y cuándo y còmo??????????????

Señores, debido a una series de causas consecuencias tengo que trabajar todos los sábados, es una putada, pero quisiera que alguien me dijese si el curso sigue en verano, o se acaba hasta nueva orden o qué coño pasa con él.

Decid algo los que sepáis como va el asunto

UN beso

ESOS LOCOS COLGADOS (ENSAYO)

ESOS LOCOS COLGADOS (ENSAYO)

ESOS LOCOS COLGADOS

 

Desde que el mundo es mundo y el hombre habita en él, éste último siempre ha tenido una fatal atracción por los retos, por lo desconocido, por saber que hay más allá.

El hombre no fue sedentario hasta después de los grandes descubrimientos del fuego, la agricultura, el ganado, y aún así era un pueblo trashumante, siempre en busca de una zona más prospera o en la que el agua estuviese más a mano, o buscaban dónde estaban las manadas de animales que les servían como alimento.

Dependiendo de la zona, ya fuese interior o costera, el hombre ha tenido que salvar enormes barreras arquitectónicas naturales, como son macizos montañosos, costas escabrosas, acantilados, enormes paredes de piedra caliza. Siempre ha estado en lucha contra el paisaje y las condiciones metereológicas o climáticas.

Esto en esas épocas era no sólo entendible si no que era totalmente necesario, para la supervivencia de la especie humana.

Ahora bien, en nuestra época, con todos los adelantos que tenemos, con todos los medios de que disponemos gracias a la tecnología, no es desde ningún prisma cuerdo, aceptable la idea de  que el hombre siga en lucha contra la naturaleza sólo por que le apetezca. Es normal que teniendo como tenemos acceso al paisaje de una manera más o menos “cómoda”, con infinidad de medios de transporte “seguros” que nos acercan a casi la totalidad de rincones considerados como “inaccesibles”, y en el caso en que la aproximación. a pesar de todos esos recursos, no pueda ser de otra forma que a pie, se promuevan auténticas romerías para que la gente disfrute de una “excursión” en toda regla que permita a todo hijo parido de madre disfrutar de una experiencia rupestre, rústica y encomiable para la salud y el estado físico de todo aquel que vive en las grandes ciudades.

 Por lo tanto no deberíamos sentir la necesidad de ir de exploradores locos y ebrios, de según algunos, “heroicidad”. Lo que se busca es compatibilizar la vida laboral y la vida ociosa y todo ello gracias a un módico precio. Todo se hace con dinero, y a través del dinero.

Entonces, puestas las cosas así, ¿qué podemos pensar de esos pocos desaprensivos consigo mismos que arriesgan su vida, abandonan la comodidad, los adelantos científicotecnológicos, y se cogen una mochila, algo de comida y se echan a los montes a la conquista de paredes verticales, de picos de más de 8000 m., en los que lo más que te puedes encontrar son piedras, hielo, frío, viento, congelaciones, caídas graves y hasta incluso la misma muerte.

No podemos entender que es lo que les motiva a salirse de las normas con tanta asiduidad, de hecho ya no es que no adopten una forma natural de comportamiento social, sino que su filosofía de vida es totalmente antagonista a lo políticamente correcto, su manera de vestir asemeja más a los olvidados hippies que a cualquier tribu urbana, pero no deben ser confundidos con los okupas rurales, ellos no son simples saltimbanquis, ni titiriteros, ni se dedican a la vida contemplativa del cannabis , aunque alguno de ellos lo consuman de forma esporádica.

Los trepas, (escaladores en roca), tienen un sistema de vida simple, barato, anticonsumismo y sobre todo tremendamente natural. Su forma de vida se basa en algo de comida, básicamente fruta, frutos secos, cereales, chocolate, y pasta , arroz o ensaladas. La ropa es normalmente vieja, mallas con agujeros, ropa cómoda, que abrigue en invierno y que deje correr el aire en verano, nunca se fijan en si conjuntan o no, y en la cabeza una sola cosa: la piedra.

Su meta es subir de grado a vista (escalar vías de extrema dificultad a la primera). No se compite contra nadie si no que se compite contra uno mismo, siempre explorando los propios límites, y la única ganancia que se obtiene es la personal. Son capaces de pegarse semanas al pie de alguna pared rocosa, escalando en torno a 8 horas diarias, y no sentir  cansancio, pero no pueden escapar completamente al mundo en el que viven, siempre se necesita algo de dinero.

Se deprimen fácilmente si están más de una semana alejados de ese complemento esencial para su vida; los escaladores no hacen distinciones ente ricos y pobres, todo es de todos, hay una especie de costumbre arraigada a través de los tiempos en que la propiedad no existe en el monte.

Vienen de distintos estamentos sociales, igual hay banqueros, como carpinteros, joyeros como albañiles, abogados como médicos, barrenderos como simples obreros, y todos son colegas en un momento dado, se cena y come en comunidades abiertas, cualquiera que venga es aceptado e inmediatamente asimilado al grupo, nadie se preocupa por los coches, las tiendas o el material, todos ellos se prestan con total confianza.

En la escalada como en el alpinismo, el compañero de cordada debe ser de plena confianza, se deben conocer como hermanos o mejor, la vida de uno depende del otro en cualquier momento, hacen dueño de su vida al compañero, y le confían todos los secretos y tonterías, la relación que se establece entre ellos es algo no conocido por el resto del mundo.

Se hacen grandes amigos, se comparten conocimientos, técnicas, y zonas de escalada, promocionan sus zonas por donde quiera que vayan, y después se sienten en la obligación de ser los mejores anfitriones, abandonan cualquier actividad para atender a sus invitados.

Las invitaciones se hacen de corazón, se invita a compartir las escuelas, las estrellas y los montes, los animales, la vida y la roca.

Esos locos colgados, siempre colgados de la roca, son personas, más personas de lo que estamos dispuestos a aceptar.

Mi opinión sobre ellos es que tienen unos valores humanos superiores y excelsos, que viven y dejan vivir, que están ahí y que cuando entras en su círculo ya nunca jamás dejarás de estar en él.

taller de hoy 9/05/09

Hoy el taller queda anulado.

Borja no puede asistir

Se darán si no pasa nada las dos semanas que vienen seguidas

UN saludo a todos

Un beso

no te pierdas

jejjejjeej

Nachete hijo no te pierdas, escribe lo que te salga del huevo izquierdo, y ya está

que no te sale un ensayo, que a mi tampoco vamos que no tengo ni idea de hacer esas cosas, peor que lo que te de la gana como si quieres hacer una macedonia de estilos, lo importante es traer algo que se pueda leer y discutir de buenas maneras, de todas formas yo trabajo, llegaré tarde no sé si estareis o no como que ahora van cuatro gatos y ni dios escribe pues eso, nos vamos antes, no hay temas para comentar, teneis que hacer el esfuerzo de escribir lo que sea, da igual si se adapta a los deberes o no, lo que sea aunque sea un penamiento , de todas formas ahora con lo del cortabragas otra vez en escena hay tema para hacer un ensayo tipo ostias, algo así haré yo

Un besito

todo esto lo hago extensible a todos

el próximo taller

la próxima reunión de taller e hará el día 9 de mayo a la hor ade siempre

Los deberes a traer son un ensyo sobre el tema que querais en la que defendais una postura totalmente antagónica a la vuestra y hacerla creible.

Defender esa idea a capa y espada

jejejjeejeje

Ala campeones os ha tocado, yo ya veré lo que hago

Traed algo, joder que ya os vale, que perrucios sois, jolines

Besitos

LA PROCESION DE VIERNES SANTO EN LA CATEDRAL DE SANTA ANA

LA PROCESIÓN DE VIERNES SANTO DE LA CATEDRAL DE SANTA ANA

La procesión acababa de salir de la Catedral de Santa Ana, los pasos se seguían unos a otros llevados por el ritmo golpeado de los tambores y el pitido agudo de las cornetas. Todos al mismo paso, todos con el mismo contoneo fúnebre y respetuoso.

La imagen que causaba mayor expectación era la quinta, pues detrás de ella venían los penitentes, y despertaba un morbo inquietante entre la multitud que ya empezaba a agolparse para ver mejor los detalles. Pasaba el paso de La Flagelación.

Esta vez, no había muchos penitentes, entre todos formarían un grupo de 6 personas, dos mujeres y cuatro hombres, sólo una de ellos iba descalza, cubría su cuerpo con un sayo hecho de saco de aspillera, y lo ceñía a su cintura con una gruesa soga de esparto, enroscada por dos o tres vueltas y anudada por siete u ocho nudos. Ella por sí sola llamaba la atención, por los numerosos cilicios que llevaba atados al cuerpo, por la sangre que manaba de sus rodillas, su cuello, y su espalda.

Colgada al cuello con alambre de espinos llevaba una enorme cruz que le llegaba a la entrepierna, de madera, y un Cristo labrado en oro y pedrería, una cruz hermosa, y tentadora. En sus manos llevaba un rosario entrelazado, con el que iba caminando y rezando a la par. En cada respuesta se atizaba con el látigo que sujetaba con ambas manos, se daba con rabia, y cuanto más daño se hacía mayor era su sonrisa, y su arrobamiento místico.

Como los pasos iban lentos, ella se propuso rezar todos los misterios en esa noche; gozosos, dolorosos, gloriosos y luminosos. Los gozosos, en realidad los pasó de corrida, sin apenas anunciar los nombres de ellos, pues a ella, los que de verdad le interesaban, eran los dolorosos, para expiar sus culpas, en ellos estaba, fustigándose con auténtica saña, y aquel rosario no paraba de correr entre sus dedos, y su boca no perdía compás ni siquiera al respirar, al rezar las jaculatorias.

Veinte misterios en total, y sólo cinco dolorosos, eso le causaba mucha pena, temía acabar la procesión sin poder ser perdonada por todas sus faltas, algunas muy graves, como la de esta noche.

Oración tras oración, aquella mujer tenía los labios resecos y espumilla blanca reseca en la comisura de éstos. Por cada misterio, tenía que rezar 10 avemarías, 1 padre nuestro, 1 Gloria y 1 Jaculatoria.

Andaba como una zombi, sus pasos no seguían orden alguno, ni el ritmo cadencioso de los tambores, su cuerpo oscilaba hacía atrás y hacía delante, en un movimiento pendular uniforme, como si de un títere se tratara. No miraba a nadie, sólo al suelo, su mirada perdida en el asfalto de las calles, enajenada por completo, ella seguía fustigándose y rezando.

A pesar de que su visión, era la comidilla de todo aquel que la veía, ella seguía distanciada en la soledad y amargura de su alma. Algunos se reían, y mofaban de ella, bajito para que no se notara, otros giraban la vista, otros simplemente tenían la mirada imantada a su cuerpo y a sus movimientos, cada vez más rápidos y coléricos. Otros, los más esperaban una reacción de dolor, algún grito, algún aullido, un simple suspiro o desvanecimiento, pero nada de eso se produjo.

Atónitos, y con espectral silencio estaban los espectadores de aquel siniestro y macabro acontecimiento, sin acabar de entender ni comprender semejante autocastigo.

La procesión seguía su marcha marcial, paso a paso, y ella seguía con su rosario, y los misterios  ya iban por los gloriosos, mientras por la puerta de la catedral habían pasado ya cuatro pasos más.

Y ya como punto final salió el Santo Sepulcro, un ataúd con el cuerpo Presente de Jesucristo. Detrás de esa imagen mujeres de riguroso luto, y peineta en ristre van siguiendo la procesión, con sus rosarios en sus manos enguantadas de blanco, impolutas y a la vista, libres de pecado, portando velas para alumbrar el camino del Señor.

Cuando los pasos iban de vuelta a la catedral, a pocos metros del pórtico, cayó desmayada, chorreando sangre, con los pies abrasados del asfalto, y el sayo hecho trizas. Apenas quedaba nadie en el pórtico.

Unos jóvenes estaban en el parque de enfrente, sentados en el respaldo de un banco, frente a la entrada de la Catedral, la vieron caer, y quedarse ovillada alrededor de su cintura con las piernas dislocadas. Sería por la Semana Santa y la sensibilidad que esta despierta en la gente hacia el prójimo o por que simplemente no eran tan pasotas como se creían, pero se echaron en tropel hacia ella e intentaron levantarla, pero…

La mujer apenas si respiraba, los portadores del paso que iban ya en descanso, sacaron a los jóvenes de allí, y se la llevaron en brazos.

En la casa del Obispo, pegada a la catedral, unas monjas la recogieron, la asearon y la cuidaron, hasta que estuvo recuperada.

Se supo días después que era monja de las Carmelitas, en régimen de casi clausura, se había escapado del convento, para acudir a la procesión, se lo había prometido a su padre en el lecho de muerte.

Ella sabía que estaba totalmente prohibido tanto el escaparse como el dar el espectáculo que dio, la voz corrió como la pólvora en los días siguientes al Viernes Santo. Y la gente no conocía su condición de monja, pero se interesaba por ella, y cuando acudían a la catedral preguntaban al párroco siempre por ella, y rezaban oraciones por su pronta recuperación.

Cuando llegó a su convento, la Madre la recibió de muy malos modos, y le dijo que el Obispo iba a tomar cartas en el asunto, y decidirían si seguía en la congregación o la expulsaban.

Otra salida era que se fuera a las misiones en el Sudán, con carácter indefinido.

Sor Milagros no dijo nada, entendió el castigo, y admitió con gran regocijo su nueva habitación: la Celda de Castigo, lo único que pidió fue que le dejaran llevar su gran crucifijo y su rosario.

A ello no se negó la madre, y con un hábito limpio, y sus instrumentos de rezo se adentró en aquel cuartucho húmedo y sombrío.

Cuando se cerró a su espalda la cancela de la puerta, Sor Milagros respiró hondo, cogió su rosario, con cuentas aproximadamente de un centímetro de diámetro, de tacto nacarado y color negro, se arrodillo, y rezó con fervor, para que Dios es su excelsa benevolencia, le impusiera el castigo más duro que pudiera imaginarse.

Después alzó el crucifijo, quitó el espejo minúsculo, rayado, y en su lugar lo colgó.

Como yo te quiero y te adoro, nadie Señor Mío, nadie. Dame el peor castigo que haya a tu alcance. Te lo debo por incumplir el reglamento, pero… Se lo prometí a mi padre, tenía que expiar sus pecados, y los míos. Soy tu esclava, dispón de mí como tú creas conveniente mi Señor. Ellos te crucificaron, te asesinaron, te trataron como a un vulgar delincuente, y yo quiero pagar también por esas culpas. Perdóname Dios Mío y haz de mí tu voluntad.

 

 

 

 

reunion de taller anulada

El día 04 -04 -09 el sábado próximo no habrá taller de escritura

Borja no puede acudir a dar la clase

Por favor no vengais, y avisad a todo el que podais, yo no tengo más correos que los que he enviado y telefonos no tengo ninguno

Un saludo

Mª José

deberes

Bueno lo que yo te puse eran los deberes que había que hacer para el Sabado, para hacerlos en casa

De lo que se hizo en el taller ni puta idea

De lo que hay que hacer para el Sábado 04 -04 -09, es decir traerlo hecho de casa, que yo no sé si estaré o no, aún no sé si trabajaré o me suicidaré, jejee, es lo siguiente:

_Inventar un personaje y a través de él dar una opinión de la utilidad de la religión, no es ensayo, ni tu idea propia, el deber en sí , es crear un personaje lo más antagónico posible a tus ideas, para trabajar la voz del narrador,.

Esto que sigue ya es suposición mía, pues sólo llegué a dejar mis textos y a coger los deberes,:

-Creo que con este ejercicio lo que se intenta potenciar es la voz del narrador, es decir , conseguir la neutralidad del escritor en beneficio del sentiemiento propio del personaje, es como desvincularse de la historia y hacer creible su posición lo más contraria posible a la tuya.

Yo que sé, se me ha vuelto a ir la olla.

Un beso

 

¿POR QUÉ?

¿Por qué?

 

 

 

Emilio llega a casa después de un duro día de trabajo. El único aliciente que tiene es ver a sus hijos. Cuando abre la puerta le sorprende un silencio absoluto. No hay nadie en casa. Todo está en aparente orden. Se dirige a las habitaciones, abre primero la de su pequeño Samuel de 1 año, no sabe por qué pero tiene especial predilección por él. Lo encuentra acostado en su cama. Está durmiendo plácidamente. No quiere despertarlo, en su carita se refleja una profunda calma, quizá haya estado malo. Pero... ¿ y su mujer, dónde está?

Si el niño está durmiendo, es que está malo, otra explicación no hay. Y lo ha dejado dormido sólo. Emilio nota su sangre agolpándose en la cabeza, aprieta los labios con fuerza y cierra los puños hasta hacerse daño.

-¡Consuelo! -llama desaforadamente a su mujer.

Por respuesta sólo silencio

Nervioso perdido y sin saber qué hace se dirige a la habitación de su hija Lourdes de 4 años. Fue la primera y a pesar de que él deseaba un hijo más que todo en el mundo, cuando ella nació fue como un regalo de los dioses. Sigiloso abre su puerta...

Ella también está dormida en su cama, su pelo ensortijado y negro le cae por la cara cubriendo su ojo derecho. Enciende la luz. Lourdes tiene la cara apagada. No se mueve, se acerca a ella.

Se acerca despacito con intención de darle un beso, parece que la furia ha desaparecido ante la visión de su pequeña. Su rostro está frío.

Emilio la arropa con cariño, pero....

Lourdes está arropada hasta arriba, la toca, no se mueve, la empuja lentamente y la llama bajito al oído... la niña sigue sin responder. Emilio empieza a temblar, la llama más fuerte, la zarandea, sólo el silencio lo envuelve.

Corre nuevamente a la habitación de Samuel y repite con torpeza las mismas maniobras que con Lourdes.

 

-¡No puede ser! ¡Están... Están....! ¿y Consuelo?

Temiéndose lo peor, va a la habitación de matrimonio, allí no hay nadie. En el cuarto de baño tampoco.

Lágrimas como puños surcan su rostro.

Arrasado por la rabia, por la impotencia y el dolor coge el teléfono. Las palabras no le brotan desde su garganta.

-Comandancia de la Guardia Civil ¿dígame?

Emilio no puede hablar

-¿Sí? Por favor díganos su nombre y qué ha ocurrido

Continua mudo. Se le escapa un sollozo

-¿Está usted bien, dónde se encuentra?

-Mis hijos, mis hi-jos están... ¡Dios mío!

-Continue por favor, estamos tratando de localizar la llamada

Están muertos! - lo soltó de golpe como cuando un estruendoso trueno anuncia de repente la tormenta.

-No se preocupe en unos minutos llegará la patrulla. Su nombre por favor. Díganos su nombre

-Emilio

-Emilio ¿que más? Continúe, es importante para poder localizarlo.

-Emilio Ruiz Morales.

-Vive Ud. en calle....

-Sí.

-No se mueva de ahí, no toque nada, enseguida vamos. Intente tranquilizarse.

Sin apenas pasar cuatro minutos , una patrulla se presenta en el domicilio de Emilio.

Vienen acompañados por un psicólogo, y un médico.

El forense tarda más de media hora en llegar, y en pocos instantes firma el auto de defunción de ambos niños.

Un mes más tarde...

-Hemos encontrado el cadáver de una mujer de unos 30 años en las orillas del Río Cinca a la altura casi de Monzón. Necesitamos que se pase por el Tanatorio para reconocerla.

El teléfono anunció la noticia esperada, no por ello menos dolorosa.

-Sí es Consuelo.

-¿Se encuentra Ud. bien Sr. Emilio?

Emilio tiene la mirada ida, sus ojos no ven, ni sus oídos oyen. Su cabeza ha vuelto al punto de partida, a sus hijos en sus camitas, las lágrimas y la rabia volvieron. Se abalanzo contra su mujer, en la cama de los congeladores gritando ¿Por qué? Pero ¿por qué?.

Pasaron varios meses antes de que Emilio se decidiera a entrar en las habitaciones de sus hijos, estaban con sus camitas deshechas tal cual las dejaron después de las pesquisas policiales. Sus hijos habían muerto por envenenamiento y su mujer los había matado, para después suicidarse.

Su cabeza giraba mucho más deprisa de lo que su cabeza era capaz de asimilar.

¿Por qué? Era una pregunta que le taladraba constantemente en las sienes. Cuando se acostaba las imágenes volvían noche tras noche, y en mitad de ellas era rara la vez en que no escuchaba sus gemidos, sus llamadas de auxilio, y le venía la imagen de Consuelo, y rabiaba por no haber podido ser él el que acabase con su vida.

Un día decidió sacar todas las ropas de los niños y las de Consuelo, llenó innumerables bolsas con ropas , zapatos, enseres personales , los juguetes. Sólo le quedaba vaciar la mesita de noche de su mujer y por fin acabaría aquella agonía.

En el fondo del cajón de la ropa interior, un objeto negro le llamó la atención, saco las cosas a trompicones y se quedó con él en las manos.

Una sensación de desasosiego se apoderó de él, ese pequeño cuaderno de piel oscuro.... Con manos trémulas lo abrió casi con miedo de lo que pudiese encontrar en el.

Tenía anotaciones desde antes de la boda. Leyó los primeros días, pero nada le atrajo. Una determinación interna hizo que pasase a las hojas señalizadas con papelitos de colores diversos.

La primera de estas hojas hablaba sobre el nacimiento de su primera hija, Lourdes, a ella le hubiese gustado llamarla Clara, en ella explicaba con emoción el nacimiento, la ilusión que le hizo a Emilio después de saber que era una chica cundo lo que él esperaba era un chico. Por la letra y la forma en que lo contaba irradiaba felicidad.

Emilio recordó con especial amargura aquel día, la emoción del nacimiento, la carita sonrosada y sus manecitas aun huesudas cogiéndole el dedo. Volvía a llorar.

¿Por qué? Ese por qué después de leer aquello aún se volvía más inexplicable aún.

Las páginas siguientes no tenían nada de especial. Volvió a mirar en la siguiente hija marcada con color verde. Era el día del nacimiento de Samuel. En esta página ya no se observaba esa ilusión, ni esa euforia por el nacimiento. Hubo una frase que le hizo pensar: "Espero que Emilio cambie de actitud o me volveré loca"

¿Por qué? ¿Qué significaba esa frase?

Empezó a leer ávida mente desde la primera hoja marcada al cabo de medio mes no encontró nada.

La última hoja marcada llevaba la fecha de la muerte de sus hijos.

En ella sólo había escrito unas pocas palabras: "Ya no puedo más, otro hijo más no"

¡Estaba embarazada!

¿Por qué? No estaban mal económicamente, si que hubiese supuesto un gasto adicional, pero en cualquier caso podían asumirlo.

¿Por qué matar a los dos hijos y suicidarse? En caso de haberlo hablado hubieran llegado a una solución, podría haber abortado. Todos estos pensamientos zumbaban y zumbaban con fuerza en su cabeza. Por más vueltas que le daba no conseguía comprenderlo.

Dejó el libro sobre la cama, y empezó a bajar todas las bolsas, en su cabeza tenía la idea de leerlo con m´s calma después de ordenar toda la casa.

Donó las bolsas con todo su contenido a Cáritas, con la condición de que fueran destinadas a un país lejano de España. En Cáritas que conocían su caso , no le reprocharon nada, antes bien le dieron su palabra de que se haría tal como él había dicho, además tenían uu cargamento de ropa y medicinas con destino a Somalía que saldría en poco menos de una semana, y lo metieron en los cofres destinados a la acción de Ayuda a Somalia.

El libro permaneció varios días sobre su mesilla, no se atrevía a abrirlo, algo le rondaba por dentro y no se atrevía a enfrentarlo.

Por fin una noche en la que sus hijos volvían a lamentarse y a pedir ayuda, no pudiendo dormir agarró el libro con furia, y se puso a leer sobre la mitad de las hojas señaladas entre los dos nacimientos.

Abrió al azar, en esa página con letra casi ilegible y con la tinta corrida por algún líquido leyó a duras penas: "Emilio no sabe controlarse. Piensa que no cuido a mi hija y ella es la razón de mi existencia. todo le parece mal, hoy me ha insultado y ha estado apunto de pegarme por que Lourdes tenía el pañal mojado de pipí. No puedo cambiarla a cada instante. No lo entiende, cree que soy una mala madre".

Se fue hacía otra página elegida al azar más adelante. "Emilio hoy se ha ido de casa, por que Lourdes tenía la camiseta sucia. Esta con los dientes y babea mucho, pero si le pongo el babero se le escuece la barbilla, si Emilio la viese con la barbilla escocida me mata". Ya no sé que hacer, ¿cómo puedo convencerlo?

Siguió leyendo y cada vez leía reproches más fuertes hacía su mujer hechos y dichos por él.

La página que hablaba de su próximo embarazo estaba manchada de sangre, en ella decía: "Dios mío, has que este hombre recapacite, me está matando, quizá al tener otro se le pase esta locura por los cuidados. Como no cambie nos acabará matando"

Las dos últimas páginas las leyó completas, en ellas Consuelo decidía dar muerte a su hijos y suicidarse, leyó con sus propios ojos la razones: "Emilio nos trata mal a todos, sus hijos le temen, yo no lo soporto, sólo sabe quejarse de que no los cuido, y la mayor Lourdes ya está aprendiendo a ser como él, lo teme pero lo imita. Dice continuamente que soy una mala madre, que no se cuidarlos, que su hermano Samuel va a salir tonto, ella no lo sabe, eso se lo ha escuchado decir a su padre.

Le he estado dando muchas vueltas, para hallar la solución, y esta después de barajar todas las posibilidades es una: la muerte.

No estoy loca, ni enferma, estoy cansada, sé que si me separo Emilio me quitará a los niños, y si no puede nos acosará de por vida y los reproches seguirán y sus hijos tomarán el mismo rumbo que él en su vida.

No es un castigo, es la solución, la única posible, la vida que nos espera no es vida y hora que me he quedado embarazada del tercero, es el momento. Sé que le costará asimilarlo por que somos su vida , pero nos está robando la nuestra y ahora estoy segura de que nunca cambiará, es capaz de matarme por cualquier descuido, y sus hijos, mis hijos no tendrán vida propia nunca, es mejor acabar, acabar para siempre. Es la única solución. Mañana compraré lo necesario, está decidido".

La penúltima página casi no podía leerla, su desconsuelo y su llanto no dejaban ver nada, las manos le temblaban de forma compulsiva, pero se obligó a si mismo a leer hasta el final. Se enjugó las lágrimas con las mangas de la camisa y siguió. "pido a Dios que no me falten las fuerzas, sé que es lo único que se puede hacer, Por favor dios mío dame las fuerzas, que no tengo, mis hijos van a morir mañana y yo con ellos, por favor. ya está todo preparado, esta noche he mezclado los polvos de veneno con los de la leche, y mañana se tomaran su último desayuno, sé por mis conocimientos de farmacia, que no sufrirán que se dormirán para no despertar, no tiene sabor, no notarán nada. He tirado los botes de veneno en un contenedor del centro, para que no puedan saber que pasó, sabrán que han muerto, pero parecerá una muerte súbita, y pensarán que yo en mi locura de verlos muertos me he arrojado al río. Dios dame fuerzas."