ESOS LOCOS COLGADOS (ENSAYO)
ESOS LOCOS COLGADOS
Desde que el mundo es mundo y el hombre habita en él, éste último siempre ha tenido una fatal atracción por los retos, por lo desconocido, por saber que hay más allá.
El hombre no fue sedentario hasta después de los grandes descubrimientos del fuego, la agricultura, el ganado, y aún así era un pueblo trashumante, siempre en busca de una zona más prospera o en la que el agua estuviese más a mano, o buscaban dónde estaban las manadas de animales que les servían como alimento.
Dependiendo de la zona, ya fuese interior o costera, el hombre ha tenido que salvar enormes barreras arquitectónicas naturales, como son macizos montañosos, costas escabrosas, acantilados, enormes paredes de piedra caliza. Siempre ha estado en lucha contra el paisaje y las condiciones metereológicas o climáticas.
Esto en esas épocas era no sólo entendible si no que era totalmente necesario, para la supervivencia de la especie humana.
Ahora bien, en nuestra época, con todos los adelantos que tenemos, con todos los medios de que disponemos gracias a la tecnología, no es desde ningún prisma cuerdo, aceptable la idea de que el hombre siga en lucha contra la naturaleza sólo por que le apetezca. Es normal que teniendo como tenemos acceso al paisaje de una manera más o menos “cómoda”, con infinidad de medios de transporte “seguros” que nos acercan a casi la totalidad de rincones considerados como “inaccesibles”, y en el caso en que la aproximación. a pesar de todos esos recursos, no pueda ser de otra forma que a pie, se promuevan auténticas romerías para que la gente disfrute de una “excursión” en toda regla que permita a todo hijo parido de madre disfrutar de una experiencia rupestre, rústica y encomiable para la salud y el estado físico de todo aquel que vive en las grandes ciudades.
Por lo tanto no deberíamos sentir la necesidad de ir de exploradores locos y ebrios, de según algunos, “heroicidad”. Lo que se busca es compatibilizar la vida laboral y la vida ociosa y todo ello gracias a un módico precio. Todo se hace con dinero, y a través del dinero.
Entonces, puestas las cosas así, ¿qué podemos pensar de esos pocos desaprensivos consigo mismos que arriesgan su vida, abandonan la comodidad, los adelantos científico—tecnológicos, y se cogen una mochila, algo de comida y se echan a los montes a la conquista de paredes verticales, de picos de más de 8000 m., en los que lo más que te puedes encontrar son piedras, hielo, frío, viento, congelaciones, caídas graves y hasta incluso la misma muerte.
No podemos entender que es lo que les motiva a salirse de las normas con tanta asiduidad, de hecho ya no es que no adopten una forma natural de comportamiento social, sino que su filosofía de vida es totalmente antagonista a lo políticamente correcto, su manera de vestir asemeja más a los olvidados hippies que a cualquier tribu urbana, pero no deben ser confundidos con los okupas rurales, ellos no son simples saltimbanquis, ni titiriteros, ni se dedican a la vida contemplativa del cannabis , aunque alguno de ellos lo consuman de forma esporádica.
Los trepas, (escaladores en roca), tienen un sistema de vida simple, barato, anticonsumismo y sobre todo tremendamente natural. Su forma de vida se basa en algo de comida, básicamente fruta, frutos secos, cereales, chocolate, y pasta , arroz o ensaladas. La ropa es normalmente vieja, mallas con agujeros, ropa cómoda, que abrigue en invierno y que deje correr el aire en verano, nunca se fijan en si conjuntan o no, y en la cabeza una sola cosa: la piedra.
Su meta es subir de grado a vista (escalar vías de extrema dificultad a la primera). No se compite contra nadie si no que se compite contra uno mismo, siempre explorando los propios límites, y la única ganancia que se obtiene es la personal. Son capaces de pegarse semanas al pie de alguna pared rocosa, escalando en torno a 8 horas diarias, y no sentir cansancio, pero no pueden escapar completamente al mundo en el que viven, siempre se necesita algo de dinero.
Se deprimen fácilmente si están más de una semana alejados de ese complemento esencial para su vida; los escaladores no hacen distinciones ente ricos y pobres, todo es de todos, hay una especie de costumbre arraigada a través de los tiempos en que la propiedad no existe en el monte.
Vienen de distintos estamentos sociales, igual hay banqueros, como carpinteros, joyeros como albañiles, abogados como médicos, barrenderos como simples obreros, y todos son colegas en un momento dado, se cena y come en comunidades abiertas, cualquiera que venga es aceptado e inmediatamente asimilado al grupo, nadie se preocupa por los coches, las tiendas o el material, todos ellos se prestan con total confianza.
En la escalada como en el alpinismo, el compañero de cordada debe ser de plena confianza, se deben conocer como hermanos o mejor, la vida de uno depende del otro en cualquier momento, hacen dueño de su vida al compañero, y le confían todos los secretos y tonterías, la relación que se establece entre ellos es algo no conocido por el resto del mundo.
Se hacen grandes amigos, se comparten conocimientos, técnicas, y zonas de escalada, promocionan sus zonas por donde quiera que vayan, y después se sienten en la obligación de ser los mejores anfitriones, abandonan cualquier actividad para atender a sus invitados.
Las invitaciones se hacen de corazón, se invita a compartir las escuelas, las estrellas y los montes, los animales, la vida y la roca.
Esos locos colgados, siempre colgados de la roca, son personas, más personas de lo que estamos dispuestos a aceptar.
Mi opinión sobre ellos es que tienen unos valores humanos superiores y excelsos, que viven y dejan vivir, que están ahí y que cuando entras en su círculo ya nunca jamás dejarás de estar en él.
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