¿Cómo sembrar coquinas en tu huerto?. 2
Yesalino y Pepín, hablando de sus cosas, más bien discutiendo sus ideas, se encontraron con Julián a la orilla del río, cabizbajo, con el pelo revuelto entre sus dedos que no paraban de amasar su cabello.
—Oye Julián, ¿podemos hacerte una pregunta? Llevamos horas discutiendo sobre un tema y no llegamos a ninguna conclusión —preguntó resuelto Yesalino
—Vosotros y vuestros temas, por culpa de vuestras tonterías me encuentro yo aquí.
—Oye, si no nos quieres ayudar, no lo hagas, pero ya vale de echarnos la culpa a nosotros, todavía no sabemos de lo que nos acusas.
—Os lo he dicho miles de veces, pero es igual, no podéis o no queréis entenderme.
—Eso no es verdad —replicó Pepín enérgico—. Es que dices cosas que no sabemos lo que es. Por cierto… ¿Qué haces aquí tan solo?
—Estoy pensando.
—¡Ah! Es verdad. Las personas utilizáis mucho esa palabreja. Nosotros, no sabemos qué es. Explícanoslo.
—Pepín, no me digas que nunca habéis pensado. Seguro que lo hacéis inconscientemente sin daros cuenta. Normalmente cuando uno tiene un problema, no puede olvidarlo y siempre busca la forma de solucionarlo. Eso es pensar.
—¡Ah! Nosotros no tenemos problemas, tenemos dudas, pero cada duda tiene montones de soluciones. Mira, todo lo que tenemos que hacer es imaginar, y la imaginación lo resuelve todo. No hay cosa que no logre la imaginación. —contestó Yesalino—, y para eso estoy yo, trabajo día y noche para mi señora Doña Ocurrencias de la Imaginación.
—Sí, ahora mismo íbamos a consultarle una pequeña duda que teníamos, pero al verte a ti, hemos decidido proponértela a ti, pero ya vemos que no nos quieres ayudar.
—Os propongo un trato, me contáis vuestra duda y si os la resuelvo me lleváis ante la presencia de tan solemne dama, para ver si ella es capaz de darme una idea para salir de aquí.
—Esta bien, pero ya te dimos la solución, aunque tú tanto pensar lo estás arruinando todo. Te sería mucho más fácil usar la imaginación, pero allá tú —repuso Pepín.
—Las personas mayores maduramos las cuestiones, la imaginación es cosa de niños, que viven en un mundo tranquilo y feliz sin preocupaciones, para eso estamos los adultos para evitar en lo posible el sufrimiento de ellos.
—No digas tonterías, sería la primera vez que un niño se queda dentro de un libro, su mundo es más rico y fuerte que el vuestro —rezongó Yesalino—. Los niños juegan con los libros, con nosotros, sus personajes, se meten y salen de los cuentos sin ningún problema, cuando les apetece nos buscan y se divierten, cuando han de atender otras obligaciones, cierran el libro y se esfuman.
—Eso es lo que estoy pensando, ¿Cómo hacer lo mismo?
—Vuelve a tu niñez —repuso Pepín
—Eso es imposible, apenas me acuerdo de cuando lo fui. Además uno sólo es niño una vez, y esos años nunca vuelven.
—No tienes remedio Julián, tú solo te estás condenando a quedarte. Ni siquiera lo intentas. ¿De qué tienes miedo?
—No es miedo, simplemente es ridículo.
—¿Ridi…qué?
—Ridículo. ¿Tampoco sabéis que es esa palabra?
—Yo no —dijo Pepín.
—Yo puede que haya escuchado esa palabra en mi señora, pero no sé que quiere decir. Anda pintamonas vámonos y dejemos tranquilo a Julián para que haga eso que tanto le gusta, ¿cómo era? ¡Ah sí! ¡Pensar!
—¿Por qué insultas constantemente a Pepín, Yesalino?
—¿Qué yo hago qué?
—Todo el día le estás diciendo pintamonas
—¡Claro! Por que ese es mi oficio. Esos raros animales no existen en los cuentos, y una vez un niño hace muchos pero que muchos años, un mono, yo le hice un retrato, entonces simplemente era una diversión. En cuanto se corrió la voz todo el mundo quería su propio mono en su casa. Y desde entonces me llaman pintamonas, por que me gusta más pintar monas que monos.
—Pues vaya un oficio tonto —repuso Julián.
—Oye tú, sin faltar, que lo hago con mucho gusto, y además me gusta. Tú si que eres tonto que te has metido aquí y no sabes como irte.
—Perdona, Pepín. No era mi intención herirte. ¿Me disculpas? —rogó Julián.
—Bueno, vale.
—¿Me contáis pues lo que os lleváis entre manos ya, o qué?
—Otro día Julián, se nos ha olvidado —respondieron al unísono ambos amigos, dedicándose una pícara sonrisa entre si.
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