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Trastos & Letras

¿Cómo sembrar coquinas en tu huerto?

-No digáis bobadas. Todo empezó al leer este libro.

 

-¡Eh! Perdona, tío, pero nada empieza por leer un libro.

 

-Eso, so tonto, primero se compra el libro, y después...

 

-Además nadie te obligó a que lo comprases.

 

-Esta bien tenéis razón, y..., quizá sea por eso que también me haya equivocado de método para salir de este embrollo.

 

Ángel, estaba atónito ante aquel cuento en el que los personajes se peleaban entre sí, sin contar ninguna historia.

 

-¡Eh! Chaval -dijo uno de los personajes, el primero que había hablado- Ni se te ocurra averiguar nada o acabarás como yo.

 

Aquel tipo no pegaba de ninguna de las maneras con los otros dos personajes. Aparentaba ser una persona normal, un hombre corrientucho, y su atuendo era muy actual. Algo estaba fuera de lugar.

 

-Ja ja ja, claro, ahora vendrá la perorata de siempre. Que nosotros tuvimos la culpa. y que por eso...

 

-¡Calla de una vez, no digas nada, aún no sé si estoy equivocado, pero en el caso en que no lo estuviera, harías fracasar todo el plan.

 

-Esta bien, me callo, pero no olvides que la idea fue nuestra, del pintamonas éste, y mía. Para ser personajes de un cuento no nos defendemos nada mal en cuanto a imaginar y...

 

Ángel, cerró el libro confuso. Nunca había tenido un libro tan..., no sabía muy bien como definirlo, pero sin duda la palabra que le venía a la cabeza era interactivo. No podía leer nada, por que estaba en blanco, y además los personajes hablaban entre ellos e incluso se dirigían a él.

 

Los otros dos personajes, el pintamonas y el enano, eran dos monstruitos con cara de picarones, dignos ambos de cualquier cuento de los hermanos Grimm.

 

-Julián, hombre. No te enfades. Has asustado al chiquillo.

 

-Eso, eso -dijo el pintamonas, un duendecillo de huerta, con cuerpecillo violeta y harapos verdes, orejas puntiagudas, y sonrisa de conejo-. ¡Ándate con ojo o ya sabes!

 

-Me parece Pepín, que éste se queda sin remedio. No tiene modales, y los libros si no los leen no sirven para nada -argumentó Yesalino, el caballero de las misiones imposibles.

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