Abrazo vegetal
La leyenda alimentaba la idea de que aquel sauce creció en donde ella era un recuerdo. Es cierto que en aquella zona se le enterró clandestinamente, tan es así que nadie sabe exactamente donde quedó su cuerpo. Era pues una leyenda.
Él nunca la llegó a conocer, pero se había empapado de sus poemas, sus largos versos de soledad y recuerdos. También de contestación y grito de libertad contra el fascismo. Los había memorizado en su mayoría. Caminaba despacio recitándolos en dirección al árbol. El verano estaba rabioso y al mediodía el sol hería como una daga. Así, llegar al sauce fue una bendición. Se sentó apoyando la espalda en el tronco y empezó a soñar. Cerrando los ojos intentaba imaginar a Marina en su esplendor, escribiendo poemas encendidos que inflamaran a los combatientes en el cerco de Madrid. Y bien que lo consiguió, era un altavoz vigoroso y constante, una voz inagotable comprometida con la causa.
Sería el calor, el ensimismamiento de aquellos recuerdos, o la hora del día, pero quedó dormido. Dormido se pensaba mientras raices salidas del árbol le iban abrazando y cubriendo hasta tal punto que al cabo quedó enlazado al sauce en un abrazo conyugal, sin retorno, en un sueño de fellicidad.
Así se cuenta la leyenda de aquel enamorado de Marina que soñando con ella fue rodeado y convertido en materia vegetal del sauce que le daba sombra. Desde entonces el sauce dejó de llorar y sus hojas y frutos son más brillantes y bellos.
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