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Trastos & Letras

sin ti no soy nada

Sólo tuve que mirarle la cara para ver la profunda cicatriz que surcaba todo su pensamiento. La tenía por una mujer atractiva, de esas en las que desearías bucear para leer poquito a poquito todos los recodos de su misterio. Intuí que era una personalidad, un perfil humano de los que están esperando la ocasión de hacerse permeables. Quizá era el momento. Le dije:

  • En invierno no es bueno prescindir del abrigo.

  • Pues mi abrigo era de piel de oveja y este invierno se ha convertido en un lobo que no para de clavarme dentelladas. Como comprenderás prefiero morir de frío que desangrada.

No sólo se hacían más evidentes la cicatrices sino que afloraban las causas. En ese estado de complicidad me atreví a pasar el brazo sobre sus hombros y decir:

  • Venga Anabel, aprovecha, ¿para qué estamos los amigos?

 

Si fuera el aeropuerto de Casablanca hubiera dicho, “Creo que éste es el principio de una gran amistad” y se hubiera acabado la película entre la bruma. No era ese el escenario, así que, aún habiendo pasado muchos años desde entonces, sigo deleitándome con la conversación que Anabel me procura y creo que no me cansaré nunca.

 

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