ARRIBA Y ABAJO (5) FINAL Y FINAL DEL EJERCICIO
Manuel, sale a la calle. Lleva intención de ir a tomarse un café y leer de paso el periódico a ver si encuentra algún anuncio en el que se necesiten altos ejecutivos, o gerentes, o cualquier cosa a su altura.
Se echa mano al bolsillo, no lleva ni un céntimo. Ralentiza el paso, tiene la sensación de haberse quedado pegado al suelo. De repente el maletín le pesa demasiado. Su carga es insoportable. Lo apoya en el primer banco que encuentra al paso. Rebusca en su interior en busca de algún billete olvidado o de alguna moneda extraviada. Tras revolverlo todo, no encuentra nada.
—“Adiós al café, y al periódico” —piensa para él.
Su cuerpo no le acompaña, sus músculos de repente se han deshinchado, no tiene fuerzas para continuar. La buena suerte que hasta ahora había sido su fiel vigía había decidido unilateralmente abandonarlo, y cogerse unas largas vacaciones.
Se para en medio de la calle. Ve la gente pasar de un lado a otro. Está en un remolino, sin vuelta atrás. Ya no sabe dónde se encuentra, su instinto de cazador le ha abandonado, ahora tan sólo es una perdiz acorralada por el asfalto y su vorágine urbana.
Le falta el aire, empieza a híper ventilar, sus ojos se vuelven opacos, no ven más que sombras amenazantes.
Ahora está seguro, todo ha sido una gran mentira, todo es una broma, o en el peor de los casos un sueño. Él es una pobre perdigacha, y la van a aplastar de un pisotón. Nadie lo ve, ni lo oye, y él sabe que está gritando. La gente se ríe.
Si, se ríe de él, se ríe por que lo van a aplastar, y no puede defenderse, no tiene alas, son diminutas y carentes de plumas.
Las risas se convierten en carcajadas hilarantes. Sus caras conforme se acercan se van deformando, lo que al principio es una tímida sonrisa se va convirtiendo en una boca gigante, hasta tal punto que cuando llega a su lado siente el olor penetrante de esas fauces, abiertas, babeantes que se lo van a tragar. Los dientes se afilan, y se hacen largos como cuchillos y finos como estiletes.
Las caras deformes lo están rodeando, le empiezan a dar vueltas alrededor, y en un momento se meten en su cabeza y se ríen de él, dentro de su cabeza. Sus oídos van a estallar… Su cabeza va a estallar. La sujeta con ambas manos, la agarra con fuerza, grita hasta desgañitarse, y de repente todo es negro.
Oye sirenas…
Está inmovilizado, su mujer lo mira llorando…—“¿Estamos arruinados, verdad?” —. Ahora es él el que cierra los ojos y asiente.
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