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Trastos & Letras

ISIS

Vivir al lado del río le había encriptado el sentido de la vida. Ya era muy anciano y no por eso más sabio. Los años no le habían traido paz ni sentido, todo al contrario, cansancio, desgarro y un enorme deseo de subir a la barca que porta el trono hasta más allá del telón.

Creyó tener un privilegio por no ser esclavo de la línea de la vida. Ahora, sin alicientes, ni deseos, ni curiosidad, sólo era un papiro arrugado y sombrío a la orilla de un río. Por más que suplicaba al paso de las barcas nadie le escuchaba. Quizá su voz era ya tan quebrada que ni siquiera alcanzaba pasada la orilla, no llegaba a ningún sitio.

Aquella noche se humilló ante los dioses como nunca había deseado hacer. Les rogó en todos los idiomas y con todas las plegarias, que escasamente conocía, que le dejaran marchar. Al fin, agotado, se rindió al sueño, el dios protector que él más había querido.

El sol salía de su cascarón oscuro poniendo luz a aquella noche de estelas de llanto y él, firme al borde del río, esperaba respuesta a sus rezos. No tardó en percibir la silueta de la barca que conducía Isis, investida con el trono en la cabeza, bajando por el Nilo. Entonces sí, paró, le invitó a subir y siguió camino hacia el mundo donde el dios Osiris le haría el juicio de los muertos.

No sabemos si este anciano ganó el juicio y consiguió la resurección, aunque quiero pensar que todas las personas que nos han dado sus pétalos para embellecer nuestra vida han pasado al más allá y han retornado en forma de otras flores que siguen alegrando y ayudando a gente como nosotros. Y tú, sin duda, debes ser una de ellas.

 

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