Suelo
Los días eran agotadores. Trabajar de sol a sol sin apenas descanso, y en plena canícula. Su único relajo era ese momento justo cuando el sol tocaba el suelo y su inmensa bola era deglutida por la tierra. El sol era precioso, pero a ella le himnotizaban las nubes, el color del que se disfrazaban, las irisaciones luminosas que incidían en línea recta a su sensibilidad. Cada atardecer.
Y vuelta a empezar, otro día sin reposo. ¿De qué color se vestirán hoy las nubes?
Empezaba el extasis del atardecer y desde su elevación habitual esperaba el travelling colorista de emociones y texturas. Casi no se dio cuenta cuando todo se oscureció y una fuerte presión le aplastó sin remedio.
- Hay que ver que no puedes ir a ningún lado que no te invadan las hormigas. Una menos.
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