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Trastos & Letras

Torres y el marido de Feli

A María su marido la dejó por otra mujer.  Esto alentó a Feli a complacerse maliciosamente, a regodearse en el dolor de la desdichada y todavía enamorada María.  Solía hacer comentarios en las comidas de empresa de su marido, a las que acudían las mujeres de los empleados, vanagloriándose de la fidelidad de éste y del amor que le profesaba.

-María fue la última en saber lo de Julián,- decía Feli –a mi marido nunca se le ocurriría hacer semejante cosa.  Y si se le pasara por la cabeza hacerlo, tiempo me faltaría para ponerle de patitas en la calle.

Lo que no sabía Feli, era que su marido aprovechaba cualquier ocasión para hacer una incursión al burdel más cercano.  El marido de Feli no tenía una amante, no, pero el vicio o la necesidad habían hecho que llevara una doble vida exactamente igual que Julián.

Torres y el marido de Feli, que eran compañeros y amigos desde la infancia, acudían al prostíbulo de Santa Afra cada vez que se organizaba una cena en su departamento.  Aunque trabajaban en una compañía de seguros, se habían apoderado de dos carteras con placas de la policía y, haciéndose pasar por dos agentes de la judicial se manejaban a su antojo con las chicas, intimidándolas con revisarles la documentación y otros enseres privados.  Puede resultar cómico este proceder desde el punto de vista de los dos amigos, pero era de lo más dramático para las pobres putas, ya que tenían que acceder y consentir en hacer cosas de lo más peregrinas y, por supuesto, a precio de saldo.

Entraban los dos por la puerta de El Congal y el marido de Feli buscaba con los ojos a su favorita.  Si no se encontraba aquella noche, elegía otra de su agrado y le hacía una señal a su amigo.  Entonces, Torres se acercaba a ella y la convencía para que subiera con su compañero.

No se sabe muy bien por qué Torres nunca subía con ninguna chica y tampoco por qué era él siempre el que se trabajaba la que le gustaba a su amigo para luego pasársela.  El caso es que siempre iban juntos y todavía no les habían pillado.  Si la pobre Feli se enterara de esto, no sé si pondría a su marido de patitas en la calle pero, seguramente, ella no la pisaría en una temporada.

 

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