EL DÍA DE VIRGINIA Y FÉLIX
Una luz cegadora descansaba en sus ojos. Intentó abrirlos, pero aquel haz de luz golpeaba su retina cuando intentaba hacerlo. Entonces se incorporó. El rayo de sol que se filtraba a través de las cortinas se posó ahora en su vientre, transmitiéndole una sensación de calor agradable. Su mirada ahora apuntaba al infinito, con su intensidad taladraba la pared que tenía justo enfrente, blanca, nívea, casi inmaculada. La boca entreabierta y las manos juntas en el halda. Nadie imaginaba lo que pasaba por la cabeza de Virginia. Los recuerdos y su imaginación la habían llevado lejos de donde se encontraba. No estaba en este mundo.
–No pienses en nada, te ayudará a mantener la calma- Le dijo su padre.
La calma, pensó ella. Todo es caos a mi alrededor, ¿cuándo acabará todo? Quiero estar tranquila y a solas con Félix, ¿cuándo podré hacerlo?
Su padre exasperado volvió a hablar interrumpiendo su silencio.
-¡Vístete rápido!, ya no hay tiempo, ¿no querrás hacerle esperar para vengarte?.
Por una vez Félix sería puntual, aunque este mérito no podría atribuírsele a él, sino a su chófer. Virginia no había comprado el vestido para la ocasión. En realidad era un bonito vestido de verano, sin mangas, que le regaló Félix hacía unos meses y que todavía no había estrenado. ¿Qué mejor ocasión? Lo estrenaba para él y sería una sorpresa.
–Pero, ¡date prisa, cariño! Sé que esto es muy importante para ti, por eso tienes que estar allí lo antes posible. Sin ti no puede llevarse a cabo.
Cuando llegaron a la calle a Virginia le entró un pánico espantoso. Tenía miedo, mucho miedo, un miedo incalculable. De repente se le nubló la vista, los oídos le zumbaban y una enorme náusea se apoderó de ella hasta hacerle perder el conocimiento. Entre todos la sentaron en un banco cercano, le dieron un poco de aire con un abanico improvisado y, cuando volvió en sí, sólo pensaba en que dentro de unos minutos estaría rodeada del resto de su familia, la familia de Félix, sus amigos, los amigos comunes y un sinfín de gente desconocida que se acercarían por el morbo de verla a ella.
Virginia respiró hondo, se impulsó con las manos para levantarse del banco y dijo:
–Vamos papá, dame el brazo.
La iglesia estaba abarrotada. Mucha era la gente que conocía a la pareja y no querían perder la oportunidad de acompañarlos en un día tan señalado. Virginia entró del brazo de su padre en un estado físico y mental casi gaseoso. Creía estar serena y tener esa templanza que tantas veces la había acompañado en multitud de ocasiones, pero volvió a desvanecerse nuevamente cuando, al llegar casi al altar, giró la cabeza para mirar atrás y observó cómo le acercaban el féretro.
6 comentarios
nacho -
No importa, lo que vale es el momento o sea que disfrutémoslo.
Amigas no rompáis el hilo de Ariadna que quiero seguir con vosotras fuera del laberinto.
Maramiau!!
nacho -
No importa, lo que vale es el momento osea que disfrutémoslo.
Amigas no rompáis el hilo de Ariadna que quiero seguir con vosotras fuera del laberinto.
Maramiau!!
marinera -
Mi comentario quería dar a entender que tú eres el único casi que escribes
Beso a los dos
nacho -
Podría conseguir no cansarte más Mª José, pero no lo voy a intentar.
Besicos
marinera -
Si bien es cierto es tun texto claro, es un texto con tensión, pero excesivamente repetitivo, no en palabras sino en emociones, es decir , emocionalmente este texto se auto enrosca en si mismo y agobia a la lectura. Quizá este problema se solucionaría con estructurar mejor la idea, y llevar más el diálogo interior de la muchacha y su estado de ánimo al diálogo real.
Me ha gustado, la verdad, pero me ha sabido a poco. Sigue escribiendo, que me canso de leer siempre a Nacho.
Besosssssssss
NACHO -
"Mucha gente era la que conocía a la pareja" por qué no Mucha gente conocía a la pareja.
Pobre Virginia en qué historias le metes.
La propuesta está bien planteada y el final cierra con sorpresa el relato, pero creo que podrías haberle sacado aún un poco de jugo.
En fin, me alegro te encontrarte por este cielo.
Gracias