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Trastos & Letras

guisantes

Siempre con mis ojos tapados por una venda y con musica de Enia en el ambiente. Cada noche hacíamos el amor en un lugar distinto. Sólo un pasaje común: esa sensación de placer, ese cosquilleo por todo el cuerpo. Primero por la espalda desde las nalgas hasta el punto g de los lóbulos de las orejas. Después por delante, entrando en la vagina, produciendo escalofríos sublimes, y subiendo por toda la anatomía, despacio, despacio, recreándose en el pecho, hasta erizarme toda la piel para acabar en un beso profundo que daba paso a otro capítulo de esa enciclopedia del amor.

Aquel amante pasó y otros después, pero ninguno arrancó de mí sensaciones como las de la escena que he narrado. Quedó para el misterio aquella técnica que yo sólo sentía en la piel, pero nunca pude ver. Al fin hoy lo sé. La magia de aquellos momentos se conseguía con una bolsa de guisantes a medio descongelar. Las pequeñas bolitas producían el gusto de un masaje y el frío acrecentaba el choque sensorial haciéndolo genial.

Nunca olvidaré el placer que disfruté vendada y jugueteando con los guisantes. Ahora que lo sé todo, no dejo de pensar cuanto amor debo a los guisantes.

Cuando mi hija me dice: mamá, no me gustan los guisantes, la miro picarona y le contesto: no te preocupes, ya te gustarán.

2 comentarios

marinera -

Si es que cuando te sale la vena canalla me postro a tus pies, fijate que casí me lo estoy imaginando, lás tima que no tenga una bolsa de guisantes a mano, que si no...
Besossssss helados

ana -

sublime nacho, como siempre,