Ya lo dijo Confucio
Un sobresalto mortal. La explosión rompió el silencio intangible y todo lo material que se puso por delante. Me encontré tumbada en la cama, los ojos como platos, rodeada de cascotes. El cielo se había abierto y las estrellas se mostraban sin pudor a través del hueco donde estaba mi techo. Pensé en la desgracia, en la tragedia que había sucedido y me sentí desdichada. ¿Por qué a mí?
Pasó el momento, el agobio y la polvareda. Yo, inmovil con la mirada al universo. Me sosegué y al fin pensé que, a pesar del gran desastre ocurrido, todo tendría solución material. Mientras, me quedé extasiada con la pureza del cielo, las estrellas, los planetas y hasta la luna sonriente en su mueca menguante. Era un espectáculo perfecto que me devolvía la paz que necesitaba tras los sucesos personales del último mes. ¿Por qué echarle en falta? Tenía la compañía más hermosa posible.
Así, me fui envolviendo como un ovillo hasta quedarme dormida.
De los peores momentos hay que sacar el máximo provecho.
Pasó el momento, el agobio y la polvareda. Yo, inmovil con la mirada al universo. Me sosegué y al fin pensé que, a pesar del gran desastre ocurrido, todo tendría solución material. Mientras, me quedé extasiada con la pureza del cielo, las estrellas, los planetas y hasta la luna sonriente en su mueca menguante. Era un espectáculo perfecto que me devolvía la paz que necesitaba tras los sucesos personales del último mes. ¿Por qué echarle en falta? Tenía la compañía más hermosa posible.
Así, me fui envolviendo como un ovillo hasta quedarme dormida.
De los peores momentos hay que sacar el máximo provecho.
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